Sabía que la vida se escapaba,
que todo se sumía en el silencio,
la muerte se acercaba en su caballo
vestida con sus galas y de negro.
Entonces comprendió que su alegría
quedaba marchitada, como el tiempo,
las horas del reloj deshilvanadas,
las hojas de los árboles al suelo.
No llores corazón, por tus pecados,
suspira si es preciso con el viento,
entiende que la vida es un instante
que pasa y se consume como el fuego.
Termina si es posible tu trabajo
y deja enmudecidos tantos miedos,
la hora del adiós no se retrasa
y suenan las trompetas del receso.
Ya falla el corazón en sus latidos,
la sangre se contagia con el hielo,
se quedan los cipreses solitarios
y todo se termina en un momento.
Adiós dulce alegría, ya vivida,
te quedas simplemente en un recuerdo,
acaso en un segundo del espacio
y puede que en su vida seas eso.
Rafael Sánchez Ortega ©
18/04/12
es algo que inevitablemente llega y nunca es el mejor momento
ResponderEliminarun abrazo
Gracias Arena, un abrazo.
ResponderEliminarRafael
Gracias por tus poemas Rafael. Un abrazo
ResponderEliminarGracias a ti por tu visita Isabel.
ResponderEliminarUn abrazo.