Parece que las horas pasan lentas
en medio del calor y la agonía,
la tierra va perdiendo su alegría
y avanza el carrusel de las tormentas.
Las sombras del ciprés están atentas
y aportan su frescura en la elegía,
es fácil entender que, en este día,
las huellas del camino son sangrientas.
Ya llega el labrador a su morada
sediento y soportando la tortura
del día y, compañero, con su azada.
Desprende de su frente la amargura
quedando entre la gleba aprisionada
la fiebre del amor y su locura.
Rafael Sánchez Ortega ©
21/08/17
Rafael...GRACIAS POR TU VISITA
ResponderEliminarestos versos tristes muy tristes...un abrazo
Es que siempre que se nombra a un ciprés...
EliminarGracias por tu comentario Marina.
Un abrazo en la tarde.
Preciosa inspiración poeta.
ResponderEliminarAbrazo
Fantástico, como siempre, llega y mañana de nuevo saldrá.
ResponderEliminarSí, Montse, es el eterno ciclo de la vida.
EliminarUn abrazo y gracias por leer mis versos.
El ciprés sombrea las penas quizás . Un abrazo Rafael
ResponderEliminarCierto Edith y así se representa metafóricamente.
EliminarUn abrazo.
Parece que las horas son eternas cuando se desea que llegue el final. Hermoso.
ResponderEliminarBesos.
Aunque se vivan intensamente, Pilar.
EliminarBesos.
Hay días que tienen huellas sangrientas, sí.
ResponderEliminarEl soneto es rotundo. Una gozada.
Abrazos.
Gracias Verónica, me alegro de que te guste.
EliminarUn abrazo.