Con la lluvia, nuestros pasos,
recorrieron los caminos,
y cruzamos por aldeas
y riberas de los ríos.
Nos llevaron a montañas
solitarias, con sus riscos,
orgullosos, hacia un cielo,
elevado al infinito.
Y cruzamos por parajes
y refugios variopintos,
con la piedra en sus fachadas
trabajadas con ahínco.
Eran ratos de otros tiempos,
quizás unos del estío,
con algunas primaveras
que arrancaban mil suspiros.
Soportamos aguaceros,
temporales y hasta frío,
para hacer de la montaña
el lugar bien elegido.
Y es verdad que, en sus laderas,
olvidamos y perdimos,
el pudor y la inocencia
para hablar nuestros sentidos.
Y lo hicieron sin palabras,
con galope de latidos,
desbocados y confusos
en el alma de dos niños.
y abrazados, susurramos
el amor tan contenido,
con los labios que buscaban
a ese labio tan querido.
¡Qué importaba que la lluvía
nos mojara los vestidos,
y la ropa chorreara
por el cuerpo a los caminos...!
El amor nos rodeaba
y llegaba confundido,
con la lluvia y con los años
en un tiempo y un destino.
Rafael Sánchez Ortega ©
22/10/24
Un feliz viernes. Qué la lluvia moje cada prado, calle, pero que los corazones los mantenga bien regados. Un beso.
ResponderEliminarGracias Campirela.
EliminarUn abrazo.
Muy, muy bello, Poeta.
ResponderEliminarUm ótimo fim de semana.
Mi abraço
~~~~
Gracias Majo.
EliminarUn abrazo.
Qué romántico amigo, nada importa el frío y la lluvia, cuando el amor entibia el alma. Un abrazo para ti.
ResponderEliminarP A T Y
Gracias Paty.
EliminarUn abrazo y feliz finde.
El amor.
ResponderEliminarEl exterior deja de existir. Incluso si diluvia.
Abrazo, Rafael.