Sentí una espina
herirme en el costado
y el corazón.
Sangró mi pecho
y yo contuve el llanto
que me ahogaba.
Tomé la rosa,
causante de la herida
con gran cuidado.
Y la besaron,
mis labios temblorosos
y doloridos.
Pensé que el tiempo,
la herida sanaría
cicatrizando.
Y quedaría
su huella, cual tatuaje
de un viejo amor.
Pero los ciclos
de amor, en esta vida,
pasan muy rápido.
Son como un tren
que ve las estaciones
y las rebasa.
No tiene tiempo,
tampoco se detiene,
va con su carga.
Rafael Sánchez Ortega ©
10/07/25
Siempre queda la huella.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias María.
EliminarUn abrazo.
Muy bonito poema, las heridas cicatrizan, pero dejan la marca en la piel.
ResponderEliminarmariarosa
Gracias María Rosa.
EliminarUn abrazo.