Eran tus dedos
pinceles, casi divinos,
que enamoraban.
Tu dibujaste
mi cara, con los ojos
estremecidos.
Y sorprendiste
mis labios con un beso
hacia los tuyos.
Y describiste,
pintándome aquel bosque
junto al río.
Bosque de tilos,
que un día, nos acogió
bajo sus ramas.
De aquel rato
plasmaste nuestros sueños
que ahora guardo.
Y hasta tus dedos
hoy los veo y contemplo,
con los míos.
Van unidos
con un lazo y una estrella
en la distancia.
Y se buscan
y se quieren y se aman,
desde entonces.
Rafael Sánchez Ortega ©
13/07/25
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