Va pasando la vida lentamente
y el niño del ayer, vive el futuro,
basado en un presente tan oscuro
que duda en caminar correctamente.
El hombre, (y niño ayer), que ve el presente,
se muestra como el ser ante un conjuro,
reniega por su fe de tanto muro
e intenta resistirse a la corriente.
Quisiera rescatar aquella mano,
surgida en una infancia, ya lejana,
tan llena de cariño y de ternura.
Quisiera en esta etapa, del verano,
vivir de una manera más cercana,
la eterna primavera, en su locura.
Rafael Sánchez Ortega ©
11/07/18
tiene que tener fe y seguir adelante
ResponderEliminardejar de pensar en el niño, pero llevándolo dentro.
Seguro que es lo mejor, Doris.
EliminarUn saludo.
Que lindo Rafael, un abrazo¡
ResponderEliminarGracias Maricel
EliminarUn abrazo.
Bellísimo recordar viviendo.
ResponderEliminarAbrazo
Gracias María del Rosario.
EliminarUn abrazo.
Soneto precioso. El niño que habita en nosotros hay que dejarle que salga de paseo a menudo, por no enterrarlo
ResponderEliminarMe gustó mucho. Un abrazo
Y que no se marche nunca ese "niño", Albada Dos.
EliminarUn abrazo y gracias.