Era el amor,
decían los poetas
y los románticos.
Y tú bebiste
el néctar de unos labios
que eran sublimes.
Y hasta tus dedos
temblaron como juncos
en primavera.
Aquellas tardes
de risas y susurros
mirando al río.
Y en los cantiles
buscando a las resacas
de blanca estola.
Y el viento nuestro,
con brisa del nordeste
y sus caricias.
Y en plena noche
la luna y las estrellas
mandando besos.
¡Cuántos susurros
llegaron a los cuerpos
estremeciéndonos!
¡Es el amor!,
decíamos nosotros
mirando al cielo.
Rafael Sánchez Ortega ©
10/04/25