Me asomé a la fuente
para ver si estabas,
con tu labio inquieto,
a buscar el agua.
No vi que una sombra
tus pasos nublaban,
ni vi a tus manos
debajo del haya.
La fuente, y el bosque,
muy juntos formaban,
y uníanse en besos
el agua y las ramas.
Yo quise mirarme,
fundirme sin pausa,
en gotas divinas
de nubes que pasan.
Un miedo, sin nombre,
ahogó las palabras,
que quise decirte
y a mi me faltaban.
Y vino el silencio,
profundo, a mi alma,
buscando, mis ojos,
el fondo y la nada.
Yo solo, y mis sueños,
allí me encontraba,
buscando utopías,
momentos de magia.
El tiempo y los sueños,
poemas trazaba,
y un hombre, ya anciano,
seguía en su infancia.
Rafael Sánchez Ortega ©
07/05/25