viernes, 12 de marzo de 2010

AMANECIÓ DE REPENTE UN NUEVO DÍA

Amaneció de repente un nuevo día
bajo un cielo con nubes clareado,
tenía tanta fuerza y hermosura
que no pude por menos que admirarlo.

Es posible, pensé, que en otras tierras,
aún la noche la cubra con su encanto,
y hasta puede que tiemblen las estrellas
y también los cometas a su paso.

Pero pienso en los hombres que amanecen,
en las placas que chocan suspirando,
en las olas que llegan a la costa
en la tierra que tiembla mientras tanto.

Desde lejos se escucha todo esto
y se ven las escenas de este cuadro,
sin embargo se vive la tragedia
en el centro preciso de aquel acto.

Sólo soy un testigo que amanece
escuchando noticias y recuadros
de la vieja emisora que transmite
y que manda sus ondas por la radio.

Allí cuenta detalles del suceso,
del temblor, de las muertes y el espanto,
y la piel se estremece levemente
con la tierra lejana sin dudarlo.

Sin embargo recuerdo a las personas,
esas caras y cuerpos tan preciados,
esos seres que sufren día a día
y que viven la furia y el espanto.

A esos hombres dedico este poema,
estos versos quizás deshilvanados,
y les digo que tengan esperanza
a pesar de sus lágrimas y llanto.

Esta vida es muy dura, y bien lo saben,
en la casa, en la calle y el trabajo,
los momentos se viven al segundo
y el futuro se mira muy lejano.

Sin embargo la fé nunca se pierde
y sé bien que sabrán de superarlo,
con esfuerzo y con grandes sacrificios
aunque pasen los días y los años.

Ya se apagan las luces y sirenas,
y las calles se animan con los pasos,
las ciudades y pueblos cobran vida
con deseos y sueños renovados.

Rafael Sánchez Ortega ©
12/03/10

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