Salí a buscar la luz de las estrellas
y me encontré una mariposa.
Tenía unos ojitos, sugerentes,
y se vino a mi mano presurosa.
Entonces recordé, que las estrellas,
se duermen con los lirios y las rosas.
No pude comprender lo que decían
los labios de su boca temblorosa.
El mar, con su rumor, llegaba
hasta la playa sigilosa.
Y yo le supliqué a la mar,
silencio, de una forma vigorosa.
La bella mariposa, que me hablaba,
movía sus alitas animosa.
Quería que la amara simplemente,
quería ser conmigo, cariñosa.
Y entonces yo la amé, querida niña,
la amé con las estrellas tan curiosas.
La amé mientras tenía en mis pupilas,
los rasgos de tu cara tan hermosa.
Rafael Sánchez Ortega ©
06/06/11
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