lunes, 26 de abril de 2010

ESCUCHABA EL SONIDO DE LAS RAMAS

Escuchaba el sonido de las ramas
mientras eran besadas por el viento,
una niebla con fuerza las cubría,
con un halo de sombra y de misterio.

Parecían criaturas despertando
y volviendo a la vida tras el sueño,
unas lágrimas caían de sus hojas
en las gotas dejadas por el suelo.

Presentí que la vida estaba oculta,
más allá de las sombras y el silencio,
más allá de los sueños de los niños
y a pesar de las Hadas y los Elfos.

Y curioso busqué tras esas ramas
el misterio profundo de los cielos,
no pudiendo llegar hasta las nubes,
con su manto grisáceo y soñoliento.

Pero el viento llegó con gran sigilo,
y sopló con sus labios mi deseo,
consiguiendo rasgar aquellas nubes
y mostrarme la luz que tanto anhelo.

Susurraban los robles sin palabras
y las hayas sacaban sus secretos,
esperando que hablaran de la vida
en la Braña sagrada, nuestros tejos.

Y los tejos hablaron sin descanso,
nos contaron leyendas de guerreros,
y de hombres llegados de otras tierras,
a extraer de sus troncos el veneno.

Nos hablaron de lindas mariposas
y de bellas doncellas y mancebos,
que venían aquí para entregarse
y jurarse un amor por siempre eterno.

Es es entonces que llega ese sonido,
ese canto que vuelve con el eco,
el susurro quizás desesperando
con palabras de amores y te quieros.

Pero no, ya no hay sitio para ellas,
las palabras queridas ya se han muerto,
se han sumido en el pozo de las sombras
para ir a dormir a los infiernos.

Rafael Sánchez Ortega ©
26/04/10

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