viernes, 11 de noviembre de 2011

EL FRÍO QUE EMPAÑABA LEVEMENTE...


El frío que empañaba levemente
los vidrios del cristal en la ventana,
dejaba los latidos de la noche
cubiertos por las sombras con su capa.

¡La noche silenciosa y sus misterios,
el grito de los astros sin palabras,
la dulce sinfonía de los dioses
unida con las olas en la playa!.

...Me vuelve este pasado a mi retina,
recuerdos de una noche ya pasada,
suspiros emitidos por los labios,
momentos que quedaron en el alma.

Por eso al recordarlo me estremezco
y siento que me invade la nostalgia,
quisiera revivir aquel pasado,
las horas transcurridas hasta el alba.

Quisiera los susurros compartidos
y verme reflejado en su mirada,
cubriendo con mis manos a su cuerpo
y luego restañarte aquella lágrima.

Sabía que vivíamos un sueño
y el tiempo detenido no contaba,
estabas en mis brazos, ¡niña mía!,
y en ellos no cabía la distancia.

Las horas se pasaban lentamente
y nadie reparaba en el mañana,
queríamos vivir para nosotros
notando nuestra sangre acelerada.

La sangre que corría por las venas
tenía gran pasión entre su lava,
haciendo que la fiebre y el deseo
uniera nuestros cuerpos más que nada.

...Y unimos nuestros cuerpos muchas veces
llegando hasta las cumbres más lejanas,
sintiendo ese feliz escalofrío
del fuego consumido entre las llamas.

No debo recordar aquel momento
y menos reprocharme de tu marcha,
tenía que pasar, estaba escrito,
que tú te despidieras y olvidaras.

Más yo como poeta no te olvido,
ni olvida la persona que te habla,
recuerdo cada uno de tus pasos,
tu voz y la sonrisa de tu cara.

"...El frío que empañaba los cristales
traía mil recuerdos a mi alma,
venía con la escarcha y el rocío,
y en ellos tu figura ya no estaba..."

Rafael Sánchez Ortega ©
11/11/11

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