domingo, 1 de agosto de 2010

LA TARDE SE ALEJABA LENTAMENTE

La tarde se alejaba lentamente
en medio de la paz de la campiña,
las nubes en el cielo galopaban
llegando con las sombras muy deprisa.

En medio de aquel cuadro tan extenso,
alzábase la cruz, sola y tranquila,
la cruz del peregrino hacia Santiago,
la cruz de la esperanza y de la vida.

Escucha espectador este silencio,
y guarda su belleza en tu pupila,
contempla como llegan las negruras,
las sombras de la noche cual mantilla.

En tiempos se contaban los romances,
en medio de sorpresas y sonrisas
allí, junto a los cruces del camino,
cambiados por miradas infinitas.

Avanzan los caballos de la noche,
y llegan las estrellas que titilan,
se duermen esos rayos tan dorados,
que lentos, en la tarde se retiran.

Descansa el peregrino en el silencio
sintiendo la caricia de la brisa,
sus ojos ya se cierran un momento
y llevan a sus labios la sonrisa.

El agua de la fuente fresca y clara,
ofrece y proporciona la bebida,
el líquido sagrado de los ríos,
que dejan los neveros que destilan.

¡Ay tierno corazón, si estás presente!
no olvides que los cuerpos resucitan,
no olvides que las almas tienen nombres
y guardan en sus letras poesía.

Es cierto que la tarde ya nos deja,
y cierto que la noche se aproxima,
más busca entre las sombras la belleza,
la música que llega y que suspira.

La música del hombre en el silencio,
que viene, que adormece y acaricia,
la música y el beso que nos manda
la nota melodiosa de la lira.

Rafael Sánchez Ortega ©
01/08/10

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