miércoles, 25 de agosto de 2010

UNA NOCHE QUE LLOVÍA...

Una noche, que llovía,
me pasaste tu retrato,
me lo diste en los portales
con un beso de tus labios.

Desde entonces bien lo cuido
y celoso ya lo guardo,
en las sedas de mi alma
entre rosas y entre nardos.

Va conmigo a todas partes,
me acaricia con agrado,
él me llena de alegría
cuando miro tu regalo.

Es tu alma que allí asoma
quien me mira de soslayo,
la que habla sin palabras
musitando este recado:

"Ve a por flores en la tarde
y recógelas del campo,
traeme bellas margaritas,
y con ellas unos nardos.

Luego bájate hasta el bosque,
busca el roble y el castaño,
al primero dale un beso
y al segundo un fuerte abrazo.

Marcha luego hasta la iglesia,
reza a Cristo en su Calvario,
y a la Virgen haz la entrega
de esas flores que has tomado"

Ese ha sido tu mensaje
que ahora cumplo sin desmayo,
mientras pienso en una noche
y aquel beso tan sagrado.

Unos labios muy ardientes
realizaron el milagro,
se acercaron a los míos
y a los mismos conquistaron.

Hoy palpitas en mi sangre,
vas en ella a todos lados,
vas conmigo, en mi pupila,
a la fiesta y al trabajo.

Y te duermes cuando duermo,
en un sueño reposado,
mientras buscas las estrellas
y a la luna con su encanto.

"...Una noche que llovía
un suspiro me has mandado,
era un beso simplemente
que salía de tus labios..."

Rafael Sánchez Ortega ©
25/08/10

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