Era diciembre
y el año se acababa,
mi mariposa.
Al ver tus letras,
llegando en el correo,
tembló mi alma.
Vi tu figura
surgiendo desde un sueño
a mis suspiros.
Algo cansados,
estaban hoy mis versos,
y sin motivo.
Me quedé mudo
en medio del silencio
por tu presencia.
Pero, a la vez,
nacieron los latidos
del alma enferma.
Y tú me diste
el premio y el regalo
con tu sonrisa.
Eras la sangre
y la musa del poema
que agonizaba.
Y así, mi alma,
sintiendo tu presencia,
volvió a la vida.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/12/25

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