sábado, 25 de noviembre de 2017

CANTAN LAS OLAS SOMBRÍAS...



Cantan las olas sombrías
al acercarse a la playa
tras navegar por los mares
entre el salitre y las algas.
Son las sirenas dormidas
que se despiertan y cantan,
porque adivinan la tierra
y su conjunto de magia.
Es ese verso incompleto
donde los sueños descansan,
donde las almas se abonan
para encontrar esperanzas.
Es el poema y la vida,
en otra página blanca,
donde renacen los sueños
y se abandonan las lágrimas.

Cantan las olas, repito,
con su ternura y nostalgia,
en el romance perfecto
que le han legado las aguas.
Hablan de barcos y puertos,
de corsarios y de piratas,
con grumetes y princesas
peleando por su causa.
También cuentan de marinos
de la pesca con las cañas,
del besugo y la merluza,
en palangres con carnada.
Y así se van serenando
estos cantos y algazaras,
como ese suave murmullo
que destilan las tonadas.

"...Pero el cantar de las olas
es melodía que atrapa,
es el latir de un poema
en esta vida que pasa..."

Rafael Sánchez Ortega ©
18/11/17

viernes, 24 de noviembre de 2017

LA NOCHE...



La noche se presentaba larga y escurridiza 
y más tras la siesta y el descanso 
que la había precedido. 

Tú dormías a mi lado en un sueño profundo,
aunque de vez en cuando te movías inquieta 
y pronunciabas palabras sin sentido
y producto del sueño. 

Te miraba y escribía.
Buscaba las estrellas que brillan a lo lejos, 
más allá de una luna de plata, 
silenciosa,
que asomaba su cara entre las nubes oscuras. 
Había en el ambiente como una música imperceptible 
que bajaba del cielo y parecía querer
acariciarnos con sus notas. 

Pensaba en ti mientras escribía y te miraba.
Pensaba en aquel día en que te vi llorando 
y con unas lágrimas bajando
por tus mejillas. 
Recordaba ese instante en que te pregunté
por el motivo 
y tú me respondiste con un beso
para cerrar mis labios a las preguntas...

Beso agridulce con lágrimas saladas
y con la tristeza anidando en mi alma
inocente.

Pero la noche acababa de comenzar
y aún quedaban muchas horas.
Horas en que las letras nerviosas
saldrían al cuaderno a protestar,
a gritar a decir, en su escritura,
lo que los labios se negaban 
a decir.
Horas en que los versos se formarían,
sin darse cuenta,
perfilando un poema cruel y sincero.
Horas largas e interminables,
horas en que escucharíamos el latido 
de los corazones
en esa partida irremediable por el tiempo 
que conduce
al alba.

Atrás quedaría el beso y las lágrimas,
la tristeza y los sueños.
Atrás quedaríamos nosotros,
con aquella ilusión y tantos proyectos
que el destino no quiso
llevar a buen puerto.

Recuerdo que vimos las luces llegar,
que recogimos las maletas
y nos subimos al tren,
en vagones diferentes
y en una estación equivocada,
mientras la noche marchaba lejos
con su manto negro de tristeza.

Rafael Sánchez Ortega ©
17/11/17

jueves, 23 de noviembre de 2017

EN LA MESA...



En la mesa me espera
el café de cada tarde
y tu recuerdo.

Porque aquella tarde
fue una tarde diferente
que llegó tras el paseo
que dimos en la montaña.

Nos sentamos en la cafetería 
y nos miramos;
se buscaron nuestras manos
en silencio
y dejamos que brotaran
las palabras de los labios.

Tú me hablaste de tu vida,
del trabajo, de la familia 
y de aquellos mil detalles
que intuía y me fueron acercando,
de una forma más precisa,
a tu figura.

Yo te hablé de mis proyectos,
de mi vida personal,
de mis sueños inmediatos e irreales,
de los otros que vivía cada día
en el trabajo,
y también de ese poema que me oíste
recitar en una tarde
y que llamó tu atención
produndamente.

Me preguntaste por el mar
que ¿cómo era?, 
si tenían sus praderas horizontes
y si había los veleros y las olas
que decía y que salían en mis versos.

Tú me viste sonreír y enmudeciste.
Diste un sorbo a tu café
que te esperaba, muy templado,
y con él a mi respuesta.

Yo te hablé de aquella Mar que conocía,
del abrazo irreverente de sus olas,
de las miles de caricias que dejaban
por la arena de la playa 
extendiendo su melena,
de los besos incontables que ofrecía
a cada instante,
del susurro y los acordes que mandaban
las resacas,
de sus ojos de turquesa que embobaban
los sentidos,
del suspiro inacabado de su boca
tan salada,
de los brazos extendidos que ofrecía
con la brisa,
de la fuerte marejada que dejaba
la galerna con su ira
y quería secuestrar a mis poemas...

Yo te dije todo esto en un instante
y hasta viste deslizarse, de mis ojos,
unas gotas de rocío inmaculadas.

Tomé un sorbo de mi taza de café
ignorando un sobresalto en las pupilas.

Sentí tu mano acercándose a la mía,
noté tus ojos penetrando en mi alma
y diciéndome que no siguiera,
que no te hablara del mar,
ni de ese Mar, 
que, con tanta asiduidad y frecuencia,
plasmaba entre mis versos 
y llegaban al cuaderno.

Seguimos tomando los cafés,
los apuramos muy despacio, 
y dejamos las tazas vacías
sobre la mesa.
El sol se despedía en la tarde
y su manto amarillo se extendía
por el cielo.
En aquella cafetería estábamos nosotros,
con las manos unidas 
y los dedos acariciándose,
olvidando, por un momento,
al mar y a la Mar
que nos había unido, en un poema,
y que dentro de unas horas
nos haría volver, cada uno,
a nuestra realidad,
haciéndonos pensar
"si aquella tarde no habría sido,
también, un sueño"

Rafael Sánchez Ortega ©
16/11/17

miércoles, 22 de noviembre de 2017

SENTÍ...



Sentí que me atrapaban 
las caricias de la brisa 
y luego los abrazos de las olas,
en ese temporal de las pasiones, 
que vino sin pedirlo y sin pensarlo, 
a pesar de saber que me abrazaba.

Sentí que las caricias eran brasas 
escapadas de volcanes 
que llegaban derramando por el pecho 
la lava encadenada de los dioses 
y dejándome aturdida la mirada.

Sentí que el corazón estaba vivo 
latiendo sin cesar 
y que pensaba igual que un tiovivo de la feria 
rodando y persiguiendo a la sangre 
transferida en la fogata.

Sentí que los rescoldos de tu cuerpo 
tenían la galerna en su regazo 
dejando mil zarpazos en los dedos, 
hiriendo los rosales más sagrados 
guardados para ti en un día de mañana.

Sentí que se marcharan las violetas 
llevadas por los vientos del verano, 
y luego las perdiera de la vista 
surcando por encima de montañas 
como si fueron los cometas de los niños 
y no perlas cultivadas en el alma.

Sentí que me dijeras en silencio 
aquello que ocultaban las palabras 
dejándome pensando en tantas cosas, 
por culpa de la duda que surgía 
en medio del desierto de una infancia.

Sentí que te marcharas de mi lado, 
que fueras un borrón en lontananza, 
en medio de un futuro floreciente, 
vibrante y lleno de utopías y de sueños, 
que ambos habíamos creado de la nada.

Sentí que no sintieras todo esto 
y que simplemente, recogieras tu alianza, 
marchando a tu destino en las estrellas, 
dejándo atrás a un niño solitario, 
a un hombre aferrado a su poema 
y a un verso coronado con su lágrima.

Rafael Sánchez Ortega ©
15/11/17

martes, 21 de noviembre de 2017

DECÍDETE...



Decídete...

Decídete, (si quieres),
y dame tu pupila,
los versos encantados,
la lluvia retenida,
el néctar envolvente
y el vino que destila...

Entrégame...

Entrégame los sueños
que están en tu retina,
la pólvora mojada
el grito de la lira,
el vuelo del cometa,
el llanto de la tinta...

Descórreme...

Descórreme el vestido
y suelta la cortina,
abriendo la ventana
al alba y nuevo día,
así tendré al nordeste
temblando y con su brisa.

Regálame...

Regálame una rosa
y en ella tus caricias,
con gotas de rocío
que son de tus mejillas,
y aquellas mariposas
que ayer te sonreían.

Por último...

Por último no dejes
que ganen la partida,
los hombres miserables,
el llanto con la ira,
el rezo de los pobres,
su sangre desteñida...

Decídete...

Decídete, (repito)
por fin, querida mía,
no juegues con los sueños,
ni seas golondrina,
recoje mis palabras
pequeñas y sencillas.

Rafael Sánchez Ortega ©
14/11/17

lunes, 20 de noviembre de 2017

MIENTRAS MIRO POR LA VENTANA...



Mientras miro por la ventana
veo correr las nubes en el cielo
y pienso en otras nubes grises,
de hace años, 
y en aquel viaje a la ciudad, 
apresurado e impaciente, 
para vernos.

Fue algo así como un huracán del alma
para abrazar la estampida de las olas
y dejar a las palabras en silencio
mientras las pupilas iban descorriendo
y desnudando los vestidos de la piel,
y dando paso a ese otro lenguaje
del tacto y los sentidos.

Las olas cercaban los corazones
y empujaban el mar hasta la playa
y hasta los acantilados de la costa
y, todo, por culpa del temporal embriagador
de aquel encuentro.

En un rincón habíamos dejado abandonados, 
y olvidados, los equipajes 
con los detalles y regalos
haciendo que los labios se buscaran 
y entregaran, sin descanso,
el sabor y el néctar de la vida.

Sin darnos cuenta entonces 
entramos en una espiral 
de sentimientos y pasiones
que se coló, profundamente, 
en nuestras almas
con aquella galerna y temporal
de olas y de sueños como si fuera
el colofón y la esperanza irreal
de dos suicidas.

Quizás debimos serenarnos,
tal vez pudimos tener el coraje 
que olvidamos al vernos,
pero no fue así,
y proseguimos en esa loca carrera
y en ese, entonces, interminable viaje
con los minutos y segundos hipotecados
en un reloj que corría en nuestra contra
y nos llevaba, sin remedio, 
al momento aquel del adiós apresurado
y la despedida.

Entonces volaron las nubes
y corrieron los corazones 
en una inmensa taquicardia,
y en un galope desenfrenado,
ya que el volcán del alma
precisaba dar vida a las sirenas
y a la sal, y a las anémonas 
de nuestras venas,
en ese inmenso caudal
de sentimientos que afloraban
en las pupilas.

Pero como las nubes, también nosotros,
debíamos correr y volar,
volver a nuestras vida,
buscar la libertad en la distancia
y encontrar el vacío de los dedos solitarios 
y temblorosos,
en esas manos tibias y locas
que siempre recordarían aquel instante
y aquellos momentos en que nos conocimos.

Rafael Sánchez Ortega ©
13/11/17

domingo, 19 de noviembre de 2017

ESTOY EN EL OTOÑO...



Estoy en el otoño de la vida,
me dice un corazón que parpadea,
su voz es el latido y la marea
que dicta la mentira complacida.

Es fácil asumir la despedida
de alguna primavera que flaquea,
que muestra el vendaval y nos golpea
la arteria singular y descosida.

Estoy en ese tiempo de descuento,
tratando de alargar el cruel instante,
que lleva hasta el invierno en un momento.

Ya sé que en este ciclo tan vibrante
la vida es muy sutil, como un fragmento,
del tiempo que nos queda por delante.

Rafael Sánchez Ortega ©
12/11/17