Te vi un instante,
volando, mariposa,
por mi jardín.
El dulce vuelo,
nervioso de tus alas,
me cautivó.
Con tu vestido,
de otoño y amarillo,
te vi pasar.
Y con tus giros,
un baile, ante mis ojos,
me dedicaste.
Nació, de nuevo,
un verso de mis labios
que te ofrecí.
Desde el silencio,
profundo de mi pecho,
brotó la risa.
Te sonreí,
te dije que te quiero,
y luego adiós.
Adiós, pequeña,
no olvides que el invierno
está muy cerca.
Pero tú, siempre,
serás la mariposa,
de mi sonrisa.
Rafael Sánchez Ortega ©
18/11/25

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