sábado, 16 de abril de 2011

EL MAR PROFUNDO ME ESPERABA...


El mar profundo me esperaba
con sus brazos abiertos,
sus enormes llanuras rizadas de olas,
sus inmensos paisajes azules y verdes,
sus ocasos sublimes que no tienen nombre.


Más también me esperaba ese mar tenebroso
con su oscuro misterio,
con sus grandes silencios,
con legión de aventuras sin nombre
que yace en su fondo,
con los barcos surcando la historia,
con los pecios perdidos en playas lejanas,
con sus algas y peces,
con los bellos corales,
con las lindas sirenas portada de cuentos.


...Y allí fui, hasta él, con el miedo en el cuerpo.
Yo era solo un muchacho novato,
aprendiz de marino por parte de padre,
jornalero incipiente que cambia la escuela
por yodo y por remos.
Acudí como el niño que busca esa mano invisible
en las aguas,
ese rostro divino que muestran los sueños,
esa nota que cantan los mares,
que suben y bajan,
que arrastran navíos,
que duermen y callan.


Yo bebí el salitre marino
y sentí lo que sabe el sudor de la pesca,
lo que cuesta remar al oeste,
lo difícil que es capturar unos peces,
lo insensato del hombre al luchar con el viento
y galerna,
lo que duelen las manos y espalda,
lo que quema ese viento llamado nordeste.


Y sé bien todo esto que ahora recuerdo
mientras pienso en el parque,
mientras miro hacia el mar que se estrella
en la costa,
mientras veo volar las gaviotas
y también a los barcos que pasan
y van hacia el puerto.


Yo he vivido ese tiempo pasado,
ese tiempo de gloria,
juventud y pasión se juntaban y yo las quería.
Abrazaba su nombre,
peleaba por ellas,
las sentía muy cerca,
muy juntas.
Y allí vi y conocí a ese mar de mi costa,
a ese mar en que pienso,
a ese mar en que duermen mis sueños dorados.


Ahora es tarde, lo sé, y me estremezco.
Ha llegado la hora
y la casa me espera.
Me espera la cena y la cama,
la eterna tertulia de sombras sin prisas,
de paz y silencio,
de eternos latidos del mar, que a lo lejos,
escucho que grita,
que salta en la barra,
que gime y susurra,
que ama y que odia,
que ríe y que llora,
que sueña y se duerme...


Rafael Sánchez Ortega ©
16/04/11

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