Conservo aquel instante,
después de la batalla,
tus manos en mis manos
y un beso sin palabras.
Abrazos continuados
sin prisas y sin pausas,
suspiros compartidos
cual pétalos del alba.
Dos cuerpos descansando,
dos almas ya calmadas,
los labios muy sedientos
se buscan y se hallan.
Entonces las caricias
renuevan las miradas,
los dedos presurosos
escriben nuevas cartas.
Hay letras que palpitan
y hogueras que se calman,
los leños se consumen
y quedan solo brasas.
Se rompen los silencios
y mueren las nostalgias,
se quedan sudorosos
los cuerpos que se aman.
Y allí, sobre aquel lecho,
saciamos nuestras ganas,
robamos de los labios
el fuego de sus llamas.
Y luego ya rendidos
plegamos bien las alas,
tu cuerpo entre mis brazos
sintiendo que me amabas.
"...Conservo aquel instante
vivido cara a cara,
tus labios me pedían
salitres y resacas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
13/08/14
después de la batalla,
tus manos en mis manos
y un beso sin palabras.
Abrazos continuados
sin prisas y sin pausas,
suspiros compartidos
cual pétalos del alba.
Dos cuerpos descansando,
dos almas ya calmadas,
los labios muy sedientos
se buscan y se hallan.
Entonces las caricias
renuevan las miradas,
los dedos presurosos
escriben nuevas cartas.
Hay letras que palpitan
y hogueras que se calman,
los leños se consumen
y quedan solo brasas.
Se rompen los silencios
y mueren las nostalgias,
se quedan sudorosos
los cuerpos que se aman.
Y allí, sobre aquel lecho,
saciamos nuestras ganas,
robamos de los labios
el fuego de sus llamas.
Y luego ya rendidos
plegamos bien las alas,
tu cuerpo entre mis brazos
sintiendo que me amabas.
"...Conservo aquel instante
vivido cara a cara,
tus labios me pedían
salitres y resacas..."
Rafael Sánchez Ortega ©
13/08/14