Corre caballo, no temas,
que acabarás la jornada,
tumbadito en un pesebre
y comiéndote la alfalfa.
Serás rocín de novela,
la montura de una dama,
el modelo irreverente
del pincel con que te plasman.
Pero también, tu figura,
será fina y alargada,
se perderá en la leyenda
de los niños con su nana.
Aunque será tu galope
el preludio de la marcha,
sorteando las fronteras
y cruzando las montañas.
Corre caballo, ligero,
acortarás la distancia
de mis ojos a otros ojos
que me acerquen a tu casa.
Deja que escuche la música
de tu grupa y tus pisadas,
esos cascos invisibles
que despejan telarañas.
Por tus crines se desliza
una lluvia que resbala
y recojo con mis labios
y me alivia las entrañas.
En tus ojos me detengo
y les hago filigranas,
con mi lengua, y con mi boca
admirando así tu estampa.
De tu cola nada digo
pues parece una bufanda,
una prenda para el cuello
escapado de las hadas.
"...Corre caballo, ya llegas,
regresarás a mi infancia,
a ese mundo de los sueños
donde el amor nunca acaba..."
Rafael Sánchez Ortega ©
24/08/17