Era un ángel simplemente,
el guardián del universo,
con sus alas plateadas
y unos ojos color cielo.
La mirada siempre tierna,
de los ángeles sinceros,
era nota dominante
sin pasado ni recuerdos.
Era el sueño de los niños
que colmaba sus anhelos
y el amigo inseparable
que buscaban en sus juegos.
Sus juguetes eran simples,
y en las nubes y en el viento,
recreaba las historias
de los niños tan pequeños.
Era un ángel muy distinto,
soñador y aventurero,
que plasmaba con sus manos
los dibujos de los cuentos.
Una casa abandonada,
un barquito marinero,
el volar de una gaviota
y la luna y su reflejo.
En el pelo muy rizoso
van prendidos dos luceros,
dos rositas perfumadas
que dan vida a su cabello.
Lindo rostro sin arrugas
que nos miras tan contento,
danos hoy esa esperanza,
de tus labios con un beso.
Era un ángel diferente,
revoltoso y muy travieso,
una nota discordante
en la orquesta de los sueños.
Una música sin pausa
escapaba de su pecho
y silbaba por sus labios
a los niños tan inquietos.
Bella música formada
con retales y con ecos,
de otras músicas sin nombre
rescatadas de los ciegos.
De las almas olvidadas
que no tienen alimentos,
y de otras que sí tienen
y que enjuagan sus lamentos.
Era un ángel que soñaba
con pegasos y camellos,
y trazaba con su mano
los dibujos en un lienzo.
Dos ardillas revoltosas
emprendieron el descenso,
a la tierra de los niños
que quedaron boquiabiertos.
Dos ardillas que llegaban,
cual peluches y muñecos,
de aquel ángel, que allá arriba,
les velaba en su desierto.
Y los niños, sorprendidos,
ofrecieron un puchero,
con sus caras de inocencia
aceptando el caramelo.
"...Era un ángel simplemente
y el guardián y jardinero,
que con alas plateadas
vigilaba el firmamento..."
Rafael Sánchez Ortega ©
31/08/12