Estaba igual el monte con sus fuentes,
anclada la nostalgia en el recuerdo,
los robles y las hayas goteando
y el río desbocado en el deshielo.
El trino de las aves extasiaba
llegando a los oídos sus arpegios,
el canto del abril, inconfundible,
salía de sus picos tan despiertos.
Hacía tanto tiempo que faltaba
de ir a caminar por los senderos,
que hoy me emborraché con la belleza
del monte y los caminos algo añejos.
Había tanta paz entre la nieve
que estaba contagiada por los pueblos,
casitas tan humildes hacinadas,
en barrios al abrigo de los puertos.
Las piernas se movían con soltura
subiendo los caminos con esmero,
puliendo con las suelas esas losas
que antaño colocaron los abuelos.
Es fácil que se aumente la esperanza
andando y apurando hasta el aliento,
pues buscas esa música sin nombre
que lleva a los rincones más diversos.
El monte que se ve en la lejanía,
el bosque que se pisa tan ligero,
el musco que se ve entre los castaños
y el vástago fugaz de los helechos.
Hay magia sin violines ni leyendas,
hay hadas escondidas con los elfos,
hay charcos que nos llaman y musitan
y fuentes que nos dejan mil reflejos.
"...El monte es un susurro que nos llama
y el dulce escalofrío de mis sueños,
por eso yo suspiro, en mi locura,
y siento que me ahoga con sus besos..."
Rafael Sánchez Ortega ©
29/07/13
anclada la nostalgia en el recuerdo,
los robles y las hayas goteando
y el río desbocado en el deshielo.
El trino de las aves extasiaba
llegando a los oídos sus arpegios,
el canto del abril, inconfundible,
salía de sus picos tan despiertos.
Hacía tanto tiempo que faltaba
de ir a caminar por los senderos,
que hoy me emborraché con la belleza
del monte y los caminos algo añejos.
Había tanta paz entre la nieve
que estaba contagiada por los pueblos,
casitas tan humildes hacinadas,
en barrios al abrigo de los puertos.
Las piernas se movían con soltura
subiendo los caminos con esmero,
puliendo con las suelas esas losas
que antaño colocaron los abuelos.
Es fácil que se aumente la esperanza
andando y apurando hasta el aliento,
pues buscas esa música sin nombre
que lleva a los rincones más diversos.
El monte que se ve en la lejanía,
el bosque que se pisa tan ligero,
el musco que se ve entre los castaños
y el vástago fugaz de los helechos.
Hay magia sin violines ni leyendas,
hay hadas escondidas con los elfos,
hay charcos que nos llaman y musitan
y fuentes que nos dejan mil reflejos.
"...El monte es un susurro que nos llama
y el dulce escalofrío de mis sueños,
por eso yo suspiro, en mi locura,
y siento que me ahoga con sus besos..."
Rafael Sánchez Ortega ©
29/07/13