Se corren las cortinas del teatro
y acaba la función del dos mil once,
se quedan en el tiempo suspendidos
las huellas de personas con su nombre.
Y quedan en el aire los aromas
de brisas, de suspiros y de flores,
también entre magnolias encantadas
se quedan tantos sueños de los hombres.
Quisiera que la puerta se cerrara
dejando tras la misma decepciones,
los días con los miedos transcurridos,
las lágrimas mirando al horizonte.
No quiero regresar a ese pasado,
el mismo está plagado de estaciones,
de vías y partidas hacia sitios
con trenes que pasaron sin rencores.
La hora del adiós quedó latente,
marcada para siempre en los relojes,
fijando el punto exacto de partida,
aquel en que cruzaron sus vagones.
Se corren las cortinas, como digo,
y empieza otra función con un remonte,
un duro vía crucis nos espera
tratando de subir sus escalones.
Empieza otra función y, el día a día,
nos dice que comienza el dos mil doce,
un año con promesas en el aire
con sueños de campiñas y de alcores.
Con nieves primerizas en las cumbres,
con bellas primaveras y sus noches,
con tardes del estío primorosas
y otoños embriagantes con sus voces.
Yo debo confiar en la esperanza
del año que comienza de colores
y puede que persiga a las estrellas
llevando mis susurros y oraciones.
La eterna fantasía de la vida,
los versos rescatados de los dioses,
aquellos de la Iliada y la Odisea,
leídos entre sueños y canciones.
"...Se corren las cortinas del teatro
y cierro sus recuerdos ya sin norte,
hoy busco entre las nieblas del futuro
el beso de tus labios soñadores..."
Rafael Sánchez Ortega ©
31/12/11