La poesía y la vida
están aquí,
y nos acosan,
con sus brazos alargados
que se estiran para atraparnos,
para cubrirnos de caricias,
para dejarnos su hermosura
y su tristeza,
para que veamos en ellas
la esencia y el camino
a seguir,
para que cortemos con el cuchillo
esa piel de nata que las cubre
y entremos adentro,
en el paisaje recubierto de ensueño,
allí donde las margaritas florecen
entre la hierba,
donde los vencejos platican
sin cesar en la mañana,
donde las mariposas suspiran
en su vuelo de colores,
donde las olas murmuran
en las rompientes,
donde los trigales bailan
bajo el sol de agosto,
donde los niños persiguen
a las sombras,
donde los ancianos dormitan
en el parque
y donde los sueños se transforman
y persiguen a la poesía
y a la vida.
La poesía y la vida
están aquí,
y están en ti y están en mí
y nada podemos hacer para impedirlo
ya que sus largos dedos
toman los nuestros, de trapo,
y nos llevan en un viaje irrepetible
por un mundo apresurado,
por un mundo soñoliento,
y aceleran sus latidos
y despiertan a las calles y ciudades,
a sus hombres y mujeres
y les dicen que se animen,
que sonrían,
que se aparten y que olviden a las dudas,
que no teman al futuro
y que vivan el presente,
intensamente,
recogiendo los detalles
que perciben los sentidos;
esa voz, inolvidable, de la tierra,
esa otra, incomparable de los cielos
y del mar,
esa música del viento y de la brisa,
cuando llega y acaricia,
cuando arranca las cuadernas
de las almas
y desnuda, ante el espejo,
el corazón de los cobardes
y los hace más valientes.
Porque la poesía y la vida
están aquí,
y tú lo sabes, como yo,
ya que bebimos de su copa
y escanciamos ese néctar en sus versos,
nos llenamos con su tinta
y vivimos embriagados
unos días de placer y de agonía,
persiguiendo los gorriones,
y después las golondrinas,
como dos enamorados;
y ahora mismo proseguimos el camino,
retomando en el cuaderno de la vida
todo aquello que palpita,
esa brizna que susurra una plegaria,
ese eterno carrusel
de sensaciones agridulces
que componen el poema,
esos versos que destilan los segundos,
esa estrofa, sin sentido, que se encuentra
en todas partes,
y ese soplo que nos dice, "sin palabras",
que adelante,
que la vida no se acaba ni termina
cada día,
y que todo continúa en un poema,
con tu nombre y con el mío.
Rafael Sánchez Ortega ©
22/11/17