acabo de llegar de dar un paseo.
El día está gris y luce el sol
de vez en cuando.
La temperatura es agradable y no hace frío.
Puedo pasear y lo hago
por los viejos caminos
de la aldea en que vivo.
El ganado se muestra pastando
y está ajeno a mis pasos.
Yo le miro y le hablo
y hasta pienso que entienden mi voz
y palabras.
Hoy no hay mariposas que vuelen
ni pasen muy cerca.
Es posible que estén invernando
y que luego, en un tiempo,
cuando venga el calor y febrero,
se despierten del sueño dorado.
Mientras tanto yo soñaré junto a ellas
y hasta crearé un mundo paralelo
en mis versos, con letras
que digan aquello que pienso
y que siento,
que le hablen a Dios y a los hombres,
que le dejen al roble un saludo en la tarde
y que bajen al río a escuchar sus canciones
y que entonen un dúo en el salto del agua.
Beberé de la lluvia del cielo
intentando embriagarme
y, otra vez, el pijama del niño,
buscará, inútilmente, en el armario del alma
la caricia añorada...
Rafael Sánchez Ortega ©
09/01/24