La luna, aquella noche, estaba alerta
y tú la contemplabas con sigilo,
querías rescatarla de ese cielo,
bajarla hasta tu pecho en un suspiro.
Y, en tanto, las gaviotas dormitaban
atentas a las crías, en sus nidos,
oyendo los bramidos en la costa
de un fuerte temporal y su castigo.
Pero algo sucedió en aquel instante,
quedaron en silencio los vinilos,
la música sagrada de los cielos
rasgó tu corazón, como un cuchillo.
Entonces te quedaste sorprendida
tratando de encontrar la voz del lirio,
susurros de unos labios sollozantes
y el agua del meandro, en aquel río.
No sé si las palabras seductoras
dejaron la ilusión en tu vestido,
pero algo sucedió, que tú lo sabes,
cambiando la ruleta del destino.
La luna, enternecida, pidió paso,
y quiso demostrarte su cariño,
llevó hasta tus oídos unas nanas
cubriendo tu figura de platino.
¡Tenía tantos sueños que entregarte!,
mostrarte de este mundo el infinito,
y luego separar tanta hojarasca,
del árbol y el rosal, quizás marchitos.
Por eso te recuerdo aquella imagen
y pienso en las estrellas con sus guiños,
la luna con talante seductora
y tú con el reloj en tu bolsillo.
"...La luna, aquella noche, estaba alerta,
coqueta, como nunca habías visto,
y estaba como tú, enamorada
dejando su candor, por los caminos..."
Rafael Sánchez Ortega ©
23/02/16
y tú la contemplabas con sigilo,
querías rescatarla de ese cielo,
bajarla hasta tu pecho en un suspiro.
Y, en tanto, las gaviotas dormitaban
atentas a las crías, en sus nidos,
oyendo los bramidos en la costa
de un fuerte temporal y su castigo.
Pero algo sucedió en aquel instante,
quedaron en silencio los vinilos,
la música sagrada de los cielos
rasgó tu corazón, como un cuchillo.
Entonces te quedaste sorprendida
tratando de encontrar la voz del lirio,
susurros de unos labios sollozantes
y el agua del meandro, en aquel río.
No sé si las palabras seductoras
dejaron la ilusión en tu vestido,
pero algo sucedió, que tú lo sabes,
cambiando la ruleta del destino.
La luna, enternecida, pidió paso,
y quiso demostrarte su cariño,
llevó hasta tus oídos unas nanas
cubriendo tu figura de platino.
¡Tenía tantos sueños que entregarte!,
mostrarte de este mundo el infinito,
y luego separar tanta hojarasca,
del árbol y el rosal, quizás marchitos.
Por eso te recuerdo aquella imagen
y pienso en las estrellas con sus guiños,
la luna con talante seductora
y tú con el reloj en tu bolsillo.
"...La luna, aquella noche, estaba alerta,
coqueta, como nunca habías visto,
y estaba como tú, enamorada
dejando su candor, por los caminos..."
Rafael Sánchez Ortega ©
23/02/16