Hubiera precisado de tus besos
pero encontré el vacío por respuesta,
¡estaba solo, sólo con mi llanto!,
y temblaba mirando las estrellas.
No sé lo que pasó, pues fue un instante,
una brisa fugaz llegó ligera,
sentí su abrazo dulce y caluroso
y me olvidé de pronto de las penas.
Mis párpados pesados se cerraron,
las lágrimas cesaron su carrera,
y entonces me cubrió un profundo sueño
parándose la sangre de las venas.
Yo no quería más, estaba ausente,
dormía como duermen los poetas,
mecido entre los brazos de la brisa,
siguiendo los luceros y cometas.
Porque la vida es siempre tan sencilla
que hasta vivir así, sin más aterra;
no existen paraísos de colores
tampoco los dragones y sirenas.
Existe solamente lo que miras,
aquello a lo que acudes y se acerca,
el polvo que se esfuma en el camino,
la marca ya gastada de las huellas.
Por eso precisaba de tus besos,
también de la sonrisa tan sincera,
la misma que me diste tantas veces
con gracia angelical y tan atenta.
Pero allí estaba, solo en aquel lecho,
luchando con la bruma y las tinieblas,
tratando de quitar las telarañas
que hicieran más segura mi existencia.
Entonces mi oración subió a lo alto,
brotaron de los labios, tan sinceras,
palabras que nacían en los versos
que a poco, componían un poema.
Me estremecí al saber porqué te amaba
sentí a mi corazón latir con fuerza,
quería junto a mi, tu cuerpo amado,
la mano y la caricia siempre eterna.
Rafael Sánchez Ortega ©
31/12/10
pero encontré el vacío por respuesta,
¡estaba solo, sólo con mi llanto!,
y temblaba mirando las estrellas.
No sé lo que pasó, pues fue un instante,
una brisa fugaz llegó ligera,
sentí su abrazo dulce y caluroso
y me olvidé de pronto de las penas.
Mis párpados pesados se cerraron,
las lágrimas cesaron su carrera,
y entonces me cubrió un profundo sueño
parándose la sangre de las venas.
Yo no quería más, estaba ausente,
dormía como duermen los poetas,
mecido entre los brazos de la brisa,
siguiendo los luceros y cometas.
Porque la vida es siempre tan sencilla
que hasta vivir así, sin más aterra;
no existen paraísos de colores
tampoco los dragones y sirenas.
Existe solamente lo que miras,
aquello a lo que acudes y se acerca,
el polvo que se esfuma en el camino,
la marca ya gastada de las huellas.
Por eso precisaba de tus besos,
también de la sonrisa tan sincera,
la misma que me diste tantas veces
con gracia angelical y tan atenta.
Pero allí estaba, solo en aquel lecho,
luchando con la bruma y las tinieblas,
tratando de quitar las telarañas
que hicieran más segura mi existencia.
Entonces mi oración subió a lo alto,
brotaron de los labios, tan sinceras,
palabras que nacían en los versos
que a poco, componían un poema.
Me estremecí al saber porqué te amaba
sentí a mi corazón latir con fuerza,
quería junto a mi, tu cuerpo amado,
la mano y la caricia siempre eterna.
Rafael Sánchez Ortega ©
31/12/10