Las hojas de los árboles ya vuelan
y bajan lentamente hasta los suelos,
se cubren las baldosas con la alfombra
y tiemblan los gorriones muy perplejos.
Septiembre se nos marcha en un suspiros,
se va con las gaviotas de los puertos
en busca de otras tierras y otros mares,
con vientos del oeste más bien frescos.
Se quedan nuestras almas con tristeza
cubiertas con las sombras y el misterio,
Octubre ya se acerca presuroso
cargado de tinieblas y recuerdos.
Las tardes van menguando lentamente,
el alba ronronea por los cielos,
sonando en las tranquilas madrugadas
campanas que nos llaman a los rezos.
Es tiempo de oración y de plegarias,
y tiempo de rezar por nuestros deudos,
los seres tan queridos que han pasado
volviendo hacia nosotros con el eco.
Entonces recordamos sus figuras,
sus caras, sus sonrisas y sus gestos,
y vemos la injusticia de la vida
en algo que supera y no entendemos.
La vida es esa eterna interrogante,
el soplo subrayado y sin acento
haciendo que otros hombres nazcan libres
y vengan a la tierra para vernos.
Entonces compartimos sus minutos,
vivimos muchos ratos y momentos
soñando con los globos de colores
y lindas mariposas por los cielos.
Más todo se evapora en un segundo,
septiembre ya se marcha y yo lo siento,
Octubre le reemplaza sin dudarlo
tomando su testigo y su relevo.
Entonces me rebelo más si cabe,
me digo que la vida no la entiendo;
no entiendo que se acabe la alegría
y acabe todo ello en sufrimiento.
Septiembre se despide en la distancia
y ondea con la brisa su pañuelo,
dos lágrimas recorren mis mejillas
y bajan temblorosas a mi pecho.
Me quedo con la angustia de mi alma,
me quedo entristecido y en silencio
y miro, sin mirar, al horizonte,
absorto y embobado con mis sueños.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/09/10
y bajan lentamente hasta los suelos,
se cubren las baldosas con la alfombra
y tiemblan los gorriones muy perplejos.
Septiembre se nos marcha en un suspiros,
se va con las gaviotas de los puertos
en busca de otras tierras y otros mares,
con vientos del oeste más bien frescos.
Se quedan nuestras almas con tristeza
cubiertas con las sombras y el misterio,
Octubre ya se acerca presuroso
cargado de tinieblas y recuerdos.
Las tardes van menguando lentamente,
el alba ronronea por los cielos,
sonando en las tranquilas madrugadas
campanas que nos llaman a los rezos.
Es tiempo de oración y de plegarias,
y tiempo de rezar por nuestros deudos,
los seres tan queridos que han pasado
volviendo hacia nosotros con el eco.
Entonces recordamos sus figuras,
sus caras, sus sonrisas y sus gestos,
y vemos la injusticia de la vida
en algo que supera y no entendemos.
La vida es esa eterna interrogante,
el soplo subrayado y sin acento
haciendo que otros hombres nazcan libres
y vengan a la tierra para vernos.
Entonces compartimos sus minutos,
vivimos muchos ratos y momentos
soñando con los globos de colores
y lindas mariposas por los cielos.
Más todo se evapora en un segundo,
septiembre ya se marcha y yo lo siento,
Octubre le reemplaza sin dudarlo
tomando su testigo y su relevo.
Entonces me rebelo más si cabe,
me digo que la vida no la entiendo;
no entiendo que se acabe la alegría
y acabe todo ello en sufrimiento.
Septiembre se despide en la distancia
y ondea con la brisa su pañuelo,
dos lágrimas recorren mis mejillas
y bajan temblorosas a mi pecho.
Me quedo con la angustia de mi alma,
me quedo entristecido y en silencio
y miro, sin mirar, al horizonte,
absorto y embobado con mis sueños.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/09/10