Pintabas un paisaje en el cuaderno
y estabas al abrigo de las olas,
el mar se destacaba en lontananza
dejando su resaca entre las rocas.
Susurros delicados de tu mente
llevando hasta el pincel a las gaviotas,
volando y paseando por la playa
ajenas a la arena y a su alfombra,
las olas te ofrecían colorido,
incluso hasta el perfume de las rosas,
mezclabas tu paleta con salitres
y el yodo de las algas de la zona,
pintabas, y lo hacías en silencio,
el cuadro de la luz y de las sombras
aquel que recogían tus pupilas
de forma tan sutil y tan curiosa...
Pintabas y pensabas, simplemente,
plasmando tu visión, como pintora,
la vida que tenías a tu alcance
y un mundo, en la distancia, con sus cosas.
Tratabas de llevar hasta el cuaderno
los rostros tan queridos de personas
que son la quintaesencia de la vida
y el alma de la misma a cada hora,
querías expresar esos detalles,
volcando en los pinceles esas notas,
pequeñas carantoñas de tu pecho
tratando de asomarse silenciosas,
amabas la pintura y la escritura
y hacías un poema de esta obra,
la imagen de la vida y de la playa,
quedaba, entre sus trazos, temblorosa...
"...Pintabas en la tarde de febrero
a un barco navegando sin derrota,
sumida en pensamientos de los mares,
y siendo el capitán, tu mariposa..."
Rafael Sánchez Ortega ©
26/02/20