Te despertó
un beso que la luna
mandó a tus labios.
Y sonrieron
tus ojos, legañosos,
y adormilados.
Era el aviso
del día y la jornada
que comenzaba.
Y era, también,
la brisa y el mensaje
de allende el mar.
Brisa marina
con olas y salitres
de las resacas.
Y ese mensaje
plagado de susurros
del ser amado.
Porque sentías
llegar estas caricias
en tus latidos.
Vibraba el pecho,
la sangre se alteraba
y sonreías.
Te despertó
el beso que la luna
dejó en su adiós.
Rafael Sánchez Ortega ©
11/07/25