En los cincuenta
jugábamos en casa
con cachivaches.
En los sesenta
las chapas y canicas
nos esperaban.
En los setenta
mis labios, por tus besos,
se impacientaban.
En los ochenta
la casa y el hogar
se compartían.
En los noventa
los hijos, progresistas,
se emanciparon.
El nuevo siglo
nos trajo otras costumbres
de rompe y rasga.
Y en él estamos,
volviendo, en añoranzas,
al siglo veinte.
Aquellos días,
pasados, ya no vuelven,
como el mecano.
Solo nos quedan,
el banco, la cachava
y un viejo parque.
Rafael Sánchez Ortega ©
12/05/25
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