Por una carretera,
cubierta de polvillo,
un hombre caminaba
buscando su destino.
Marchaba tras las huellas
dejadas hace siglos,
de un pobre caminante,
quizás un peregrino.
La senda de la costa
temblaba por el frío,
y el viento del nordeste
besaba con sigilo.
De pronto, en un recodo,
se para nuestro amigo,
y alivia, en una sombra,
la sed y los suspiros.
Sentado, junto al roble
sus ojos quedan fijos,
mirando el parpadeo
del agua sobre el río.
Y miran adelante
y observan el camino,
la senda tortuosa
de pasos infinitos.
Se siente muy cansado,
quizás como los lirios,
que vibran con la brisa
y tiemblan como cirios.
Los ojos entornados,
y opacos en su brillo,
sin luz en la mirada
se quedan sorprendidos.
Hastiado se levanta
en busca de su sino,
en pos de la locura
y tal vez del delirio.
Camina por el bosque
y tiene escalofríos,
por culpa de la sangre
de un cuerpo malherido.
Las piernas ya no aguantan,
se cierran los ojitos,
caminan adelante
queriendo ser testigos.
Testigos de una marcha
al mundo de los niños,
allí donde los hombres
se sienten más tranquilos.
No existen las batallas,
las guerras y enemigos,
ni existen las fronteras
que trazan los vampiros.
Es fácil que allí existan
jardines escondidos,
con flores tempraneras
y luz en los pistilos.
Es fácil que las rosas
susurren en sus nidos,
y den a los gorriones
sus pétalos tan lindos.
Es fácil que los labios
se sientan indecisos,
y esperen otros labios
y el beso que han pedido.
"...Por una carretera,
de oscuro pergamino,
un loco caminaba
en busca del Olimpo.
Un hombre simplemente,
reflejo de sí mismo,
que quiso hacer poeta
al niño de su escrito..."
Rafael Sánchez Ortega ©
03/04/13
cubierta de polvillo,
un hombre caminaba
buscando su destino.
Marchaba tras las huellas
dejadas hace siglos,
de un pobre caminante,
quizás un peregrino.
La senda de la costa
temblaba por el frío,
y el viento del nordeste
besaba con sigilo.
De pronto, en un recodo,
se para nuestro amigo,
y alivia, en una sombra,
la sed y los suspiros.
Sentado, junto al roble
sus ojos quedan fijos,
mirando el parpadeo
del agua sobre el río.
Y miran adelante
y observan el camino,
la senda tortuosa
de pasos infinitos.
Se siente muy cansado,
quizás como los lirios,
que vibran con la brisa
y tiemblan como cirios.
Los ojos entornados,
y opacos en su brillo,
sin luz en la mirada
se quedan sorprendidos.
Hastiado se levanta
en busca de su sino,
en pos de la locura
y tal vez del delirio.
Camina por el bosque
y tiene escalofríos,
por culpa de la sangre
de un cuerpo malherido.
Las piernas ya no aguantan,
se cierran los ojitos,
caminan adelante
queriendo ser testigos.
Testigos de una marcha
al mundo de los niños,
allí donde los hombres
se sienten más tranquilos.
No existen las batallas,
las guerras y enemigos,
ni existen las fronteras
que trazan los vampiros.
Es fácil que allí existan
jardines escondidos,
con flores tempraneras
y luz en los pistilos.
Es fácil que las rosas
susurren en sus nidos,
y den a los gorriones
sus pétalos tan lindos.
Es fácil que los labios
se sientan indecisos,
y esperen otros labios
y el beso que han pedido.
"...Por una carretera,
de oscuro pergamino,
un loco caminaba
en busca del Olimpo.
Un hombre simplemente,
reflejo de sí mismo,
que quiso hacer poeta
al niño de su escrito..."
Rafael Sánchez Ortega ©
03/04/13
En el alma del poeta todos los caminos son transitables...
ResponderEliminarSaludos
Sí, Trini, "todos los caminos deberían ser transitables..."
EliminarUn abrazo.
Que bonito, Rafael.
ResponderEliminarDescribes el descanso de caminante , y como es la risa de un niño que lo gana todo, besos.
Gracias por tu comentario y la visión que haces de mis versos
EliminarBesos también para ti.
con polvillo o asfalto
ResponderEliminarel destino siempre termina encontrándonos
abrazos
Sí, Eslisa, en ese cruce inevitable.
EliminarUn abrazo en la tarde.