Te vi que llegabas,
un día cualquiera,
con paso tranquilo,
por nuestra alameda.
La cara, con frío,
mostrabas muy seria,
tal vez por el sueño,
vencido y a medias.
Volaron los míos
al verte tan cerca,
brotando saludos
de alguna manera.
Silencio, en tus labios,
fue toda respuesta,
quizás concentrando
tus pasos y fuerzas.
Aceras mojadas
y bancos de piedra,
con manto y rocío
miraban la escena.
Y tú, casquivana,
pasaste a mi vera,
dejando en tus labios
la miel sobre hojuelas.
Un largo suspiro
surgió tras mi lengua,
subiendo del pecho
el verso y la cera.
El verso del hombre
que amaba de veras,
la cera del niño
y el hombre que sueña.
Eterna pregunta,
grandioso dilema,
amar a los versos
que forma el poema.
Silencio en el alma,
calor en las venas,
la sangre se agita
y el pecho se altera.
"...La vida es un verso,
y el día comienza,
igual que tu vida
con besos de seda..."
Rafael Sánchez Ortega ©
06/02/25
Sentidos besos de seda cuando se siente ese amor.
ResponderEliminarUn placer leerte Rafael.
Un abrazo.
Gracias María.
EliminarUn abrazo.
Que bonito poema, me encanto.
ResponderEliminarGracias María Rosa.
EliminarUn abrazo.
Unos buenos días si comparamos el amanecer son los besos de seda. Un abrazo Rafael.
ResponderEliminarGracias Campirela.
EliminarUn abrazo.