Aquella iglesia,
de grandes ceremonias,
está vacía.
Y sus campanas
quedaron en silencio,
por mucho tiempo.
Las viejas piedras,
con muros carcomidos,
guardan las sombras.
Hasta el silencio,
recorta las miradas,
y te estremece.
Hoy son leyenda,
los ratos y recuerdos
allí vividos.
Días de fe,
de búsqueda y promesas,
y confesiones.
También sonrisas,
en forma de respuestas,
a tu inocencia.
Pero los sueños
de tantas primaveras
se marchitaron.
Y en esos bancos
quedaron los latines
y padrenuestros.
Y tú volaste,
marchando de la iglesia
con tu utopía.
Aquella iglesia,
de infancia ya lejana,
sigue en tus versos.
Rafael Sánchez Ortega ©
21/02/25
Da pena ver esas Iglesias, llenas de arte, y que antes eran lugares de encuentro. Da pena verlas tan solitarias.
ResponderEliminarSAludos.