Recuerdo aquella tarde
forjando fantasías,
los pasos por la acera
de forma sibilina.
Y en ellos se fijaba
el hombre que nacía,
lastrado de pasiones,
quizás por su pupila.
Entonces fue una suerte
sentir esa agonía,
por culpa de unas piernas
pasando de puntillas.
Eterna paradoja
buscar la poesía,
en medio de la plaza
y estampa tan bonita.
Recuerdo aquella tarde
y al niño que dormía,
cansado de los juegos
igual que de la tiza.
Volvía de la escuela
y vio a la señorita,
su linda profesora
para él una caricia.
Pisaba dulcemente
la alfombra tan mullida,
el prado silencioso
con bellas margaritas.
Zapatos espigados,
tacones de espadilla,
las piernas torneadas
preciosas y bonitas.
Recuerdo aquella tarde
y allí, nació la hombría,
los sueños caprichosos
y el verso sin cuartilla.
Pecó, quizás, el niño
saciando su osadía,
y entonces surge el hombre
que duda y que suspira.
Pisadas prodigiosas,
zapatos que caminan,
un niño se aturulla
por culpa de esta guisa.
El hombre, con el tiempo,
recuerda, con sonrisa,
la cara colorada
que guarda en la retina.
"...Recuerdo aquella tarde
y al alma, en su fatiga,
fue culpa de la infancia,
me digo con sordina..."
Rafael Sánchez Ortega ©
06/02/17
forjando fantasías,
los pasos por la acera
de forma sibilina.
Y en ellos se fijaba
el hombre que nacía,
lastrado de pasiones,
quizás por su pupila.
Entonces fue una suerte
sentir esa agonía,
por culpa de unas piernas
pasando de puntillas.
Eterna paradoja
buscar la poesía,
en medio de la plaza
y estampa tan bonita.
Recuerdo aquella tarde
y al niño que dormía,
cansado de los juegos
igual que de la tiza.
Volvía de la escuela
y vio a la señorita,
su linda profesora
para él una caricia.
Pisaba dulcemente
la alfombra tan mullida,
el prado silencioso
con bellas margaritas.
Zapatos espigados,
tacones de espadilla,
las piernas torneadas
preciosas y bonitas.
Recuerdo aquella tarde
y allí, nació la hombría,
los sueños caprichosos
y el verso sin cuartilla.
Pecó, quizás, el niño
saciando su osadía,
y entonces surge el hombre
que duda y que suspira.
Pisadas prodigiosas,
zapatos que caminan,
un niño se aturulla
por culpa de esta guisa.
El hombre, con el tiempo,
recuerda, con sonrisa,
la cara colorada
que guarda en la retina.
"...Recuerdo aquella tarde
y al alma, en su fatiga,
fue culpa de la infancia,
me digo con sordina..."
Rafael Sánchez Ortega ©
06/02/17
Que hermoso poema. Como siempre. Hay que ser poeta para inspirarse así. Gracias
ResponderEliminarGracias por tus palabras, Jackie.
EliminarUn abrazo.
ES VIDA RECORDAR .BUENAS NOCHES Y UN ABRAZO
ResponderEliminarGracias Marina.
EliminarUn abrazo y buenas noches.
La poesía es una paradoja que está en la piel de cada estrofa ...
ResponderEliminarNuestra piel
Mi abrazo
Cierto Athenea.
EliminarUn abrazo.
Recuerdos que te envuelven.
ResponderEliminarUn beso en la noche.
A todos nos pasa María.
EliminarUn beso en la noche.
mmm un niño pícaro jajajaj miralo a él jajaja lleno de picardía y dulzura a la vez , dulces recuerdos, preciosa un abrazo desde mi brillo del mar
ResponderEliminarLa picaresca y la inocencia de una edad Bea.
EliminarUn abrazo.
Ese niño sigue presente, aleteando recuerdos, que son garantía de vuelo y de vida, Rafael...Muy bello ese sentimiento.
ResponderEliminarMi abrazo y feliz martes.
Gracias por tu comentario María Jesús.
EliminarUn abrazo.
Esos recuerdos siempre perduran…
ResponderEliminar-El hombre, con el tiempo, recuerda y vive aquella imagen grabada en su retina…
Un cálido abrazo Rafael.
Es cierto lo que dices Sneyder.
EliminarUn abrazo en la tarde.
Bienvenida siempre la parte infantil, osada e indiferente a norma alguna, si con ella se aviene la vida a crear bellos recuerdos.
ResponderEliminar:)
Otro beso.
Así debe de ser, Marinel.
EliminarUn abrazo.
Con que detalle describes esos saltos en etapas y experiencias, y claro, todo un salto éste!!!
ResponderEliminarGenial!!!
Me alegro de que te gusten estos versos Paty.
EliminarUn abrazo.