Oigo al silencio
que llega y que me abraza
como un fantasma.
Noto sus brazos
que toman a mi cuerpo
muy fuertemente.
Y tengo miedo,
lo sé, y hasta me asusto,
de este suceso.
Tiemblan mis manos
lo mismo que mi lengua
que balbucea.
Digo tu nombre
de forma tan velada
que nadie escucha.
Y aquí se queda,
la voz en la garganta,
hoy prisionera.
Y es que el silencio
me besa con sus labios
apasionados.
Hace de brisa
que llega y que profana
mi corazón.
Y son sus besos
el néctar que confunde
a mis sentidos.
Rafael Sánchez Ortega ©
20/11/20
precioso y apasionado poema Rafael ¿Cómo es posible que aún no tengas muchísimas visitas? comienzo....soy la primera y seguro que habrá muchas más
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias por tu visita, comentario y deseos, Carmen, pero ya sabes cómo es este mundo virtual y además, seguro que los amigos y compañeros tienen otras cosas más importantes que hacer, como nos pasa a todos con frecuencia.
EliminarUn abrazo y feliz noche.
Para que luego digan que el silencio no, nos habla,a veces a gratis. Un buen poema. Buenas tardes-noches.
ResponderEliminarGracias Campirela y es como bien dices lo del silencio.
EliminarUn abrazo en la noche.
Que bueno oír el silencio, quizás nos diga más que algunas bocas.
ResponderEliminarUn abrazo, feliz tarde noche.
Gracias Carmen.
EliminarUn abrazo y feliz noche.
En el silencio, ese nombre resuena inmenso, como un todo.
ResponderEliminarUn abrazo, Rafael