Cae la lluvia
y el alma se estremece
de soledad.
Son como besos
que bajan de los cielos
en un regalo.
Voy caminando
absorto en un poema
y en tu recuerdo.
Eran sus versos
volviendo a mi memoria
y en ellos tú.
En cada verso,
tus labios y tus ojos
cobraban vida.
Ellos me hablaban,
igual que tus pupilas,
y "sin palabras".
Sentí temblar
mi cuerpo y, hasta el alma,
llegó la lluvia.
Lluvia sincera,
del cielo y de las nubes,
con tus caricias.
Límpiame el alma
y los ojos, confundidos,
de esta ceguera.
Quiero vivir,
sintiendo de la lluvia
el beso amigo.
La fiel caricia,
la frase apasionada,
de tantos sueños.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/06/25
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