A una niña le robaron
su precioso corazón,
y lloró la niña entonces
al sentir tanto dolor.
Era una flor olvidada
con pupilas de latón
y unos pétalos hermosos
que perdían su color.
Pero la niña lloraba
y conmovió aquel ladrón,
que regresó tras sus pasos
y el corazón entregó.
Volvió la niña a la vida
con su gracia y su candor
y la sonrisa en sus labios
nuevamente se mostró.
Miró la niña al extraño,
al ladrón, con compasión,
y acarició sus mejillas
para darle su perdón.
Se estremecieron los ojos
que percibieron el sol,
por los dedos de una niña
que les daba su visión.
Miradas de sus pupilas,
latidos como de flor,
para el ladrón apurado
que ante el llanto razonó.
Era una tarde de agosto,
en que cambió la razón,
de una niña sonriente
al ladrón por su reloj.
"...A una niña le robaron
el tesoro de su amor,
y el ladrón, ante su lloro
esos sueños devolvió..."
Rafael Sánchez Ortega ©
17/08/17
Un ladrón arrepentido por una buena causa.
ResponderEliminarBesos.
Pues sí, Carmen.
EliminarBesos.
Todavía hay ladrones honrados.
ResponderEliminarBesos.
Por suerte quedan algunos Pilar.
EliminarBesos.