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lunes, 20 de noviembre de 2017
MIENTRAS MIRO POR LA VENTANA...
Mientras miro por la ventana
veo correr las nubes en el cielo
y pienso en otras nubes grises,
de hace años,
y en aquel viaje a la ciudad,
apresurado e impaciente,
para vernos.
Fue algo así como un huracán del alma
para abrazar la estampida de las olas
y dejar a las palabras en silencio
mientras las pupilas iban descorriendo
y desnudando los vestidos de la piel,
y dando paso a ese otro lenguaje
del tacto y los sentidos.
Las olas cercaban los corazones
y empujaban el mar hasta la playa
y hasta los acantilados de la costa
y, todo, por culpa del temporal embriagador
de aquel encuentro.
En un rincón habíamos dejado abandonados,
y olvidados, los equipajes
con los detalles y regalos
haciendo que los labios se buscaran
y entregaran, sin descanso,
el sabor y el néctar de la vida.
Sin darnos cuenta entonces
entramos en una espiral
de sentimientos y pasiones
que se coló, profundamente,
en nuestras almas
con aquella galerna y temporal
de olas y de sueños como si fuera
el colofón y la esperanza irreal
de dos suicidas.
Quizás debimos serenarnos,
tal vez pudimos tener el coraje
que olvidamos al vernos,
pero no fue así,
y proseguimos en esa loca carrera
y en ese, entonces, interminable viaje
con los minutos y segundos hipotecados
en un reloj que corría en nuestra contra
y nos llevaba, sin remedio,
al momento aquel del adiós apresurado
y la despedida.
Entonces volaron las nubes
y corrieron los corazones
en una inmensa taquicardia,
y en un galope desenfrenado,
ya que el volcán del alma
precisaba dar vida a las sirenas
y a la sal, y a las anémonas
de nuestras venas,
en ese inmenso caudal
de sentimientos que afloraban
en las pupilas.
Pero como las nubes, también nosotros,
debíamos correr y volar,
volver a nuestras vida,
buscar la libertad en la distancia
y encontrar el vacío de los dedos solitarios
y temblorosos,
en esas manos tibias y locas
que siempre recordarían aquel instante
y aquellos momentos en que nos conocimos.
Rafael Sánchez Ortega ©
13/11/17
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La vida misma, amigo Rafael... sin embargo desde tu pluma se bebe más dulce.
ResponderEliminarMil besitos en la noche.
Gracias Auroratris, por tus palabras.
EliminarUn abrazo en la noche.
Haces hermoso el encuentro de dos amantes que su tiempo corre en contra de ellos , pero que es eso para dos almas que se aman aunque sea un solo instante ...que después la tormenta no pare pero ya ellos habrán saciado su sed ..
ResponderEliminarEs lo que me han susurrado tu poema ..
Feliz noche y sueños donde no termine el tiempo y no existan hipotecas de sentimientos.
Me alegro de que te haya llegado ese mensaje con el susurro del poema, Campirela.
EliminarUn abrazo y feliz noche.
La vida se pasa, pero lo vivido se queda para siempre dentro de nosotros.
ResponderEliminarEsperemos que así sea para todos Tecla.
EliminarUn abrazo y linda noche.
Un sabor dulce que nos regala el estar vivos, sintiendo todo ese caudal de la vida.
ResponderEliminarAbrazo
Gracias María del Rosario.
EliminarUn abrazo.
Esos instantes que se quedan anclados en un rinconcito del corazón...
ResponderEliminarPreciosos versos,de una gran sensibilidad.
Besos.
La felicidad de los instantes no es perenne.
ResponderEliminarQuedan entre paréntesis y son islas a las que acudir para escribir y para sobrevivir.
Abrazo.
Cierto Verónica.
EliminarUn abrazo.
Bello y sentido viaje a través de esa ventana que te llevó a tan intensos latidos… Ese camino en el que abrazar y dejarse llevar cual río… sabiendo (se) y memorando aquello que fue…
ResponderEliminarPrecioso, mi querido Rafael… Un verdadero placer de poema…
Bsoss enormes, y muy feliz tarde.
Gracias por ver así mis versos Ginebra.
EliminarBesos y feliz tarde también para ti.
Un maravilloso encuentro, inolvidable, porque nadie puede olvidar todo ese cúmulo y luego caudal de pasión y cariño. Grandioso amigo!!!
ResponderEliminarGracias Paty.
EliminarUn abrazo.