jueves, 23 de noviembre de 2017

EN LA MESA...



En la mesa me espera
el café de cada tarde
y tu recuerdo.

Porque aquella tarde
fue una tarde diferente
que llegó tras el paseo
que dimos en la montaña.

Nos sentamos en la cafetería 
y nos miramos;
se buscaron nuestras manos
en silencio
y dejamos que brotaran
las palabras de los labios.

Tú me hablaste de tu vida,
del trabajo, de la familia 
y de aquellos mil detalles
que intuía y me fueron acercando,
de una forma más precisa,
a tu figura.

Yo te hablé de mis proyectos,
de mi vida personal,
de mis sueños inmediatos e irreales,
de los otros que vivía cada día
en el trabajo,
y también de ese poema que me oíste
recitar en una tarde
y que llamó tu atención
produndamente.

Me preguntaste por el mar
que ¿cómo era?, 
si tenían sus praderas horizontes
y si había los veleros y las olas
que decía y que salían en mis versos.

Tú me viste sonreír y enmudeciste.
Diste un sorbo a tu café
que te esperaba, muy templado,
y con él a mi respuesta.

Yo te hablé de aquella Mar que conocía,
del abrazo irreverente de sus olas,
de las miles de caricias que dejaban
por la arena de la playa 
extendiendo su melena,
de los besos incontables que ofrecía
a cada instante,
del susurro y los acordes que mandaban
las resacas,
de sus ojos de turquesa que embobaban
los sentidos,
del suspiro inacabado de su boca
tan salada,
de los brazos extendidos que ofrecía
con la brisa,
de la fuerte marejada que dejaba
la galerna con su ira
y quería secuestrar a mis poemas...

Yo te dije todo esto en un instante
y hasta viste deslizarse, de mis ojos,
unas gotas de rocío inmaculadas.

Tomé un sorbo de mi taza de café
ignorando un sobresalto en las pupilas.

Sentí tu mano acercándose a la mía,
noté tus ojos penetrando en mi alma
y diciéndome que no siguiera,
que no te hablara del mar,
ni de ese Mar, 
que, con tanta asiduidad y frecuencia,
plasmaba entre mis versos 
y llegaban al cuaderno.

Seguimos tomando los cafés,
los apuramos muy despacio, 
y dejamos las tazas vacías
sobre la mesa.
El sol se despedía en la tarde
y su manto amarillo se extendía
por el cielo.
En aquella cafetería estábamos nosotros,
con las manos unidas 
y los dedos acariciándose,
olvidando, por un momento,
al mar y a la Mar
que nos había unido, en un poema,
y que dentro de unas horas
nos haría volver, cada uno,
a nuestra realidad,
haciéndonos pensar
"si aquella tarde no habría sido,
también, un sueño"

Rafael Sánchez Ortega ©
16/11/17

20 comentarios:

  1. n la mesa me espera el café de cada tarde y tu recuerdo ...

    Emocionas Rafael, bellísimo y muy sentido

    Un Abrazo

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  2. Cuando algo une, cuando algo acerca... cómo no el mar o la Mar... cómo no, en un poema... Me ha encantado este encuentro, amigo Rafael.

    Mil besitos en la noche.

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    1. Me alegro de que te gustaran estas letras Auroratris.
      Un abrazo en la noche.

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  3. Muy bueno Rafa , es toda un recordatorio a una velada al atardecer junto alguien especial ..y volviendo eso si a la realidad .
    Super romántico muy muy bonito ,
    Abrazos y felices sueños.

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    1. Gracias por ver así estas letras, Campirela.
      Un abrazo y feliz noche.

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  4. uuufff recordé mis momentos en el mirador del mar , donde los sueños viajaban donde las olas me vestían de amores mientras soñaba con el amor bonito precioso!!, un abrazote desde mi brillo del mar

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    1. Me alegro de que mis letras te llevaran a ese mirador del pasado, Bea.
      Un abrazo y feliz noche.

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  5. Bello poema....hasta parece que escucho el susurro del mar en esta noche de nostalgias.....un placer leerte,,,,,saludos

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    1. Me alegro de que te llegara ese susurro del mar, Poetiza.
      Un saludo en la tarde.

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  6. Ese instante de felicidad plena, en el que uno ya no sabe si es real o un sueño… Y qué maravillosamente lo has poetizado…

    Un placer, amigo.

    Bsoss enormes, y feliz finde.

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    1. Gracias Ginebra, me alegro de que llegara el escrito.
      Un abrazo y feliz fin de semana también para ti.

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  7. Y es que todo se eclipsa en el acariciar de manos...

    Abrazo, Poeta.

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  8. Se hablo con el alma de todo, pero después de nada y las caricias fueron manos que tocaron el alma. Muy bello

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  9. Un sueño lleno de vida vale la pena disfrutarlo, para enamorar poeta.
    Abrazo

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