Espectáculo de masas
es el fútbol en sus fases,
once y once frente a frente
con un juez y con dos partes.
Sin embargo hay una perla,
una esfera rutilante,
de colores ó de blanco
que da el premio a quien la alcance.
Unos luchan por meterla
en la puerta que hay delante,
otros pugnan por lanzarla
a las gradas por el aire.
Hay defensas que se fajan
y que invocan a las madres,
para ver si así se asustan
los contrarios atacantes.
Pero en contra hay delanteros,
muy ligeros y muy hábiles,
que con mucha picardía
ven la puerta sin ambages.
Y de pronto el griterío
canta falta al contrincante,
¡esa mano es un penalti!,
¡vamos, vamos a marcarle!
Toma el cuero el delantero,
el portero está espectante,
va hacia el punto del castigo
y el silencio es intratable.
Unos metros retrocede,
busca fuerzas para darle,
hace fintas el portero
esperando que lo falle.
Al final arranca presto
con el cuerpo por delante,
chuta fuerte y colocado
y hay mil gritos y mil ayes.
El disparo alcanza meta,
y ese gol, es lo que vale,
son tres puntos en disputa
y es el premio a quien los gane.
Las gargantas enloquecen
entre aplausos a raudales,
la pasión nubla los ojos
y se aparcan las ruindades.
Más abajo sobre el césped
once a once se reparten,
la victoria y la derrota
del balón tan admirable.
Mientras miro todo esto,
sólo pienso en los chavales,
esos once jugadores
y en el árbitro tan grave.
Es el fútbol simplemente
con sus fintas y sus pases,
y el gentío y sus pasiones
con los gritos tan voraces.
Rafael Sánchez Ortega ©
11/06/10
es el fútbol en sus fases,
once y once frente a frente
con un juez y con dos partes.
Sin embargo hay una perla,
una esfera rutilante,
de colores ó de blanco
que da el premio a quien la alcance.
Unos luchan por meterla
en la puerta que hay delante,
otros pugnan por lanzarla
a las gradas por el aire.
Hay defensas que se fajan
y que invocan a las madres,
para ver si así se asustan
los contrarios atacantes.
Pero en contra hay delanteros,
muy ligeros y muy hábiles,
que con mucha picardía
ven la puerta sin ambages.
Y de pronto el griterío
canta falta al contrincante,
¡esa mano es un penalti!,
¡vamos, vamos a marcarle!
Toma el cuero el delantero,
el portero está espectante,
va hacia el punto del castigo
y el silencio es intratable.
Unos metros retrocede,
busca fuerzas para darle,
hace fintas el portero
esperando que lo falle.
Al final arranca presto
con el cuerpo por delante,
chuta fuerte y colocado
y hay mil gritos y mil ayes.
El disparo alcanza meta,
y ese gol, es lo que vale,
son tres puntos en disputa
y es el premio a quien los gane.
Las gargantas enloquecen
entre aplausos a raudales,
la pasión nubla los ojos
y se aparcan las ruindades.
Más abajo sobre el césped
once a once se reparten,
la victoria y la derrota
del balón tan admirable.
Mientras miro todo esto,
sólo pienso en los chavales,
esos once jugadores
y en el árbitro tan grave.
Es el fútbol simplemente
con sus fintas y sus pases,
y el gentío y sus pasiones
con los gritos tan voraces.
Rafael Sánchez Ortega ©
11/06/10
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