Me baño en ese líquido precioso
que está sobre la arena de la playa,
el mismo que transportan las mareas,
y rompen tantas olas con su danza.
Sus besos me arrebatan mil suspiros
y dejan el salitre por mi cara,
me llegan, mientras tanto unas canciones,
con dulce melodía de las arpas.
El canto que me atrapa y me subyuga
lo mandan las sirenas y las hadas,
las reinas de mi vida y de mis sueños,
que están con los laureles y las algas.
Hay una soledad que nadie rompe,
las aves en su siesta ya descansan,
los mares se columpian perezosos
y duermen al compás de la resaca.
No quiero que termine este momento,
del mismo yo recojo sus palabras,
las letras que me llegan una a una
y quedan en mi alma allí guardadas.
Quisiera detener estos segundos,
dejar encadenada la campana,
sacar desde mi pecho lo que siente,
buscar entre los cielos la esperanza.
Mas sé que sólo existe la utopía,
la tarde con matices soleada,
el dulce escalofrío de unos dedos
del sol que en el ocaso ya se marcha.
Mis manos chapotean en silencio
y rompen la quietud con sus brazadas,
mis manos se deslizan por tu cuerpo
y llegan hasta el fondo de tu alma.
Dos almas que se tocan y se rozan,
dos almas que se juntan y se bañan,
el mar con sus misterios infinitos
y el hombre enamorado que te abraza.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/06/10
que está sobre la arena de la playa,
el mismo que transportan las mareas,
y rompen tantas olas con su danza.
Sus besos me arrebatan mil suspiros
y dejan el salitre por mi cara,
me llegan, mientras tanto unas canciones,
con dulce melodía de las arpas.
El canto que me atrapa y me subyuga
lo mandan las sirenas y las hadas,
las reinas de mi vida y de mis sueños,
que están con los laureles y las algas.
Hay una soledad que nadie rompe,
las aves en su siesta ya descansan,
los mares se columpian perezosos
y duermen al compás de la resaca.
No quiero que termine este momento,
del mismo yo recojo sus palabras,
las letras que me llegan una a una
y quedan en mi alma allí guardadas.
Quisiera detener estos segundos,
dejar encadenada la campana,
sacar desde mi pecho lo que siente,
buscar entre los cielos la esperanza.
Mas sé que sólo existe la utopía,
la tarde con matices soleada,
el dulce escalofrío de unos dedos
del sol que en el ocaso ya se marcha.
Mis manos chapotean en silencio
y rompen la quietud con sus brazadas,
mis manos se deslizan por tu cuerpo
y llegan hasta el fondo de tu alma.
Dos almas que se tocan y se rozan,
dos almas que se juntan y se bañan,
el mar con sus misterios infinitos
y el hombre enamorado que te abraza.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/06/10
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