Miraba sin ver al cielo
porque sus ojos soñaban,
andaba con las estrellas
y con la luna muy alta.
Era una noche de Junio,
la mar serena cantaba,
con el rumor de las olas
poniendo un punto de plata.
La soledad y el silencio
llegan también a la playa,
para tomar el salitre,
para beberlo con ansia.
Una figura imprecisa
rompe de pronto la calma,
va con su antorcha en la mano
a terminar la jornada.
Busca el anillo perdido,
busca también a su alma,
entre las algas que vienen
en pleamar y resaca.
Hay unos niños que sueñan,
hay un poeta que narra,
con el candor de la brisa
mientras esperan el alba.
Pero los niños preciosos,
los de melenas tan largas,
son simplemente los ángeles,
con sus sonrisas intactas.
Sueñan y sueñan los niños
mientras felices descansan,
van en su eterno pegaso
por las campiñas doradas.
Van hacia tierras sin nombre,
a combatir con la espada,
y rescatar su princesa
la Dulcinea sin cara.
Vencen forzados molinos,
paran también en posadas,
hablan de luchas y guerras,
toman el vino en la barra.
Así se forjan los sueños,
así los niños se escapan,
así se pasa la noche
entre leyendas soñadas.
Por eso miraba al cielo
mientras sus ojos vagaban,
miraba así, aquel poeta,
entre la sombra y la nada.
Rafael Sánchez Ortega ©
28/06/10
porque sus ojos soñaban,
andaba con las estrellas
y con la luna muy alta.
Era una noche de Junio,
la mar serena cantaba,
con el rumor de las olas
poniendo un punto de plata.
La soledad y el silencio
llegan también a la playa,
para tomar el salitre,
para beberlo con ansia.
Una figura imprecisa
rompe de pronto la calma,
va con su antorcha en la mano
a terminar la jornada.
Busca el anillo perdido,
busca también a su alma,
entre las algas que vienen
en pleamar y resaca.
Hay unos niños que sueñan,
hay un poeta que narra,
con el candor de la brisa
mientras esperan el alba.
Pero los niños preciosos,
los de melenas tan largas,
son simplemente los ángeles,
con sus sonrisas intactas.
Sueñan y sueñan los niños
mientras felices descansan,
van en su eterno pegaso
por las campiñas doradas.
Van hacia tierras sin nombre,
a combatir con la espada,
y rescatar su princesa
la Dulcinea sin cara.
Vencen forzados molinos,
paran también en posadas,
hablan de luchas y guerras,
toman el vino en la barra.
Así se forjan los sueños,
así los niños se escapan,
así se pasa la noche
entre leyendas soñadas.
Por eso miraba al cielo
mientras sus ojos vagaban,
miraba así, aquel poeta,
entre la sombra y la nada.
Rafael Sánchez Ortega ©
28/06/10
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