Que suenen y que suenen las campanas
y que salga la luz del mediodía,
que regresen los pájaros ausentes
con su canto y la música dormida.
Dejemos que se vaya la tristeza
y regrese de nuevo la sonrisa
a los labios marchitos por el hambre
y la sed del amor de cada día.
Yo quisiera del hombre su palabra,
la mirada que venga muy tranquila,
el tic-tac de su pecho soñoliento
y el temblor de su frente y su barbilla.
Y lo quiero sin más, en el silencio,
cuando marchan las sombras de la vida,
y también cuando busca el camposanto
esa luz incipiente que palpita.
Ya despiertan las rosas y los lirios
y en el campo se estiran las gavillas,
y es entonces que marcho hacia el misterio
a enfrentarme a las dudas infinitas.
Y detienen mis pasos los silencios,
las preguntas carentes de sonrisas,
la pasión de los rostros intranquilos
y la prisa del niño que camina.
Porque allí, rodeado de misterios,
hay amor, ilusión y poesía,
hay quizás esa chispa de esperanza
y la sal para el hombre que precisa.
¡Que suenen y resuenen las campanas
desgranando su lenta letanía,
que susurren sin prisa los relojes
este instante del tiempo que termina!
Rafael Sánchez Ortega ©
Zernez
09/09/12
"yo quisiera del hombre su palabra..."
ResponderEliminartodo el poema tiene luz, pero me quedo en este verso porque es medular
hoy la palabra perdió valor , y es lamentable, ahora si no es todo ante notario , es como si nunca se hubiese dicho, ese valor intrínseco de antaño, en donde un hombre cultivaba honor y correlación entre la palabra y el hecho propio se fue degenerando y hasta tergiversando en burlas hasta ridiculizarlo.
Un gran poema Rafael. Las de mi pueblo suenan de tarde en tarde y mis padres recuerdan cuando llamaban a Ángelus.
ResponderEliminar... Si por siempre enmudecieran,
¡qué tristeza en el aire y en el cielo!
¡Qué silencio en la iglesia!
¡Qué extrañeza entre los muertos!
(Rosalía de Castro)
Besos.
Así es Elisa, parece que hoy la palabra debe ir firmada, avalada y testificada por otros y hasta dada fe por el Notario, ya que si no es de esta manera no tiene ningún valor. Recuerdo tiempos pasados en los que un simple apretón de manos rubricaba un acuerdo. Pero este acto tan simple y sencillo ya es historia.
ResponderEliminarUn abrazo en la tarde.
Aquí aún suenan las campanas de la Biblioteca, Teresa, no las de la iglesia, que sí lo hicieron en mi niñez y juventud. Quizás al oírlas de nuevo en Zernez, donde pasé unos días, me llevaron a plasmarlas en esos versos.
ResponderEliminarLos versos de Rosalía son admirables.
Un abrazo en la tarde.
Que suenen siempre las campanas que anuncian esperanza y alegría, que resuenen siempre mientras exista vida.
ResponderEliminarBellas campanadas de esperanza, Rafael.
Besitos y abrazos alados!!!
Las campanas que suenan así alegran el alma y dan esa nota de esperanza Diana.
ResponderEliminarBesos en la noche.
Las campanas tienen un lenguaje propio: anuncian horas, rituales litúrgicos, alegrías y pérdidas. Es tiste que enmudezcan
ResponderEliminar"Que suenen y que suenen las campanas
...
que susurren sin prisa los relojes..."
Preciosos versos, Rafael.
Un abrazo.
Me quedo con las tres últimas estrofas, las que dan sentido a la vida...
ResponderEliminarCelebro tu regreso, al parecer, lleno de esperanzas y campanadas sin prisas.
Un abrazo en la noche, Rafael.
Sí, María, pienso como tú, es triste que enmudezcan las campanas, y por desgracia, cada vez se escuchan menos en los pueblos y ciudades.
ResponderEliminarUn abrazo en la noche.
Gracias Mafalda. Siempre se regresa con una sonrisa en los labios, aunque las esperanzas y campanadas sean simplemente sueños y utopías.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bravo!!!!!!!! ufff, me encantó, bravoooooo... precioso
ResponderEliminarGracias Patricia, me alegro de que te gustaran estos versos.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz día.