Entiendo tu olvido,
los pasos cansados,
tu dulce sonrisa
buscando el ayer.
La paz de la iglesia,
perdida y lejana,
la tierna ovejita
con su cascabel.
Entiendo que el tiempo
es una quimera
un breve suspiro
de luz y de bien.
Por eso se pasa,
se corre y se extiende,
dejando un susurro,
muy breve en la piel.
Entiendo que el hombre
regrese a la infancia,
a ver los cometas,
la playa también.
Y juegue soñando
mil juegos distintos,
con niños y niñas
que quieren crecer.
Entiendo que el niño
no sepa de guerras,
tampoco de armas
ni quiera ser rehén.
Por eso sus juegos
contienen canciones,
de luz y alegría
y un poco de miel.
Entiendo al anciano
que duerme en el parque,
y lleva comida,
sisada al comer.
Las bellas palomas
se acercan despacio,
y así, sus deditos,
desgranan merced.
Entiendo a la madre
que busca al pequeño,
allí, en los jardines,
detrás del vergel.
En medio del barro
sus pies chapotean,
un pozo muy grande
sin barca y bauprés.
Entiendo a tu alma,
su rama de olivo,
la tierna promesa
perdida en un tren.
Por eso la vida
contiene nostalgias,
saudades sin nombre
resecos y sed.
Entiendo al amante
que grita y que llora,
que avanza, mirando,
la eterna niñez.
No temas entonces,
poeta sin rumbo,
tú tienes la clave,
el verso y clavel.
Rafael Sánchez Ortega ©
03/12/15
los pasos cansados,
tu dulce sonrisa
buscando el ayer.
La paz de la iglesia,
perdida y lejana,
la tierna ovejita
con su cascabel.
Entiendo que el tiempo
es una quimera
un breve suspiro
de luz y de bien.
Por eso se pasa,
se corre y se extiende,
dejando un susurro,
muy breve en la piel.
Entiendo que el hombre
regrese a la infancia,
a ver los cometas,
la playa también.
Y juegue soñando
mil juegos distintos,
con niños y niñas
que quieren crecer.
Entiendo que el niño
no sepa de guerras,
tampoco de armas
ni quiera ser rehén.
Por eso sus juegos
contienen canciones,
de luz y alegría
y un poco de miel.
Entiendo al anciano
que duerme en el parque,
y lleva comida,
sisada al comer.
Las bellas palomas
se acercan despacio,
y así, sus deditos,
desgranan merced.
Entiendo a la madre
que busca al pequeño,
allí, en los jardines,
detrás del vergel.
En medio del barro
sus pies chapotean,
un pozo muy grande
sin barca y bauprés.
Entiendo a tu alma,
su rama de olivo,
la tierna promesa
perdida en un tren.
Por eso la vida
contiene nostalgias,
saudades sin nombre
resecos y sed.
Entiendo al amante
que grita y que llora,
que avanza, mirando,
la eterna niñez.
No temas entonces,
poeta sin rumbo,
tú tienes la clave,
el verso y clavel.
Rafael Sánchez Ortega ©
03/12/15
A pesar de todo seguir adelante, quien entiende al otro se ayuda a sí mismo.
ResponderEliminarAbrazos.
Así es, Rafael.
EliminarAbrazos.
Ponerse en el lugar del otro...
ResponderEliminarBuen lunes,besos.
Gracias Carmen.
EliminarBesos.
Que ternura desprende este poema...
ResponderEliminarFeliz semana, Rafael
Fina
Me alegra de que veas esa ternura, Fina.
EliminarUn abrazo y feliz semana.
Yo a veces me volteo y observo mi niñez y alguna lágrima recorro y la soledad me abraza pero mi instinto me rescata para decir avanza no te detengas es precioso y profundo querido amigo un abrazote desde mi brillo del mar
ResponderEliminarGracias nuevamente por tus palabras, Bea.
EliminarUn abrazo.
Entender o intentar entender... en prosa o en verso. Un placer, Rafael.
ResponderEliminarMil besitos de martes.
Gracias por tu comentario Auroratris.
EliminarOtros mil "besitos" de martes también para ti. Cuídate.
Cómo no entender ese retroceso involuntaria a tiempos de algodón, de ignorancia inocente, de alegría espontánea, de placeres pequeños tan grandes y hermosos?
ResponderEliminarYo también lo entiendo, por eso retrocedo de cuando en cuando, para no perder del todo aquellos tiempos lejanos.
Un beso.
Esos tiempos de "algodón" que citas son siempre hermosos, Marinel, y quizás todos volvemos a ellos, de vez en cuando, aunque sea cerrando los ojos.
EliminarUn beso y feliz día.
Qué sensibilidad tus letras, Bs.
ResponderEliminarGracias por verlas así, Amapola.
EliminarBesos.