En el rosal,
las flores, marchitadas,
languidecían.
Pasó su tiempo
de luz y de alegría,
en primavera.
También la mano,
con dedos temblorosos,
ya no se para.
Quedaron solos,
los pétalos marchitos
y mortecinos.
La mano aquella,
que antaño refería,
busca otra flor.
El alma tiembla
en medio de jardines
desconocidos.
Ve muchas flores
que son muy sugerentes,
pero no hay rosas.
Aquel rosal,
de flores tan preciadas,
hoy es recuerdo.
Y ante el recuerdo,
el labio del poeta,
lanza un suspiro.
Rafael Sánchez Ortega ©
29/06/25
Es que el tiempo pasa para todos, queramos o no.
ResponderEliminarGracias, Rafael.
Dejo una nueva entrada en mi blog.
Hay cosas que pasan a ser parte esencial de nuestro día a día y prescindir de ellas, nos parece -y es- un verdadero duelo. Bellas nostalgias de nuestra alma poeta. Un abrazo amigo.
ResponderEliminarP A T Y