Sentí una espina
herirme en el costado
y el corazón.
Sangró mi pecho
y yo contuve el llanto
que me ahogaba.
Tomé la rosa,
causante de la herida
con gran cuidado.
Y la besaron,
mis labios temblorosos
y doloridos.
Pensé que el tiempo,
la herida sanaría
cicatrizando.
Y quedaría
su huella, cual tatuaje
de un viejo amor.
Pero los ciclos
de amor, en esta vida,
pasan muy rápido.
Son como un tren
que ve las estaciones
y las rebasa.
No tiene tiempo,
tampoco se detiene,
va con su carga.
Rafael Sánchez Ortega ©
10/07/25
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