(A Julio Sánz Sáinz)
Escuché de su boca el testamento,
las palabras precisas y el legado,
los consejos que daba a todo el mundo
en las letras en forma de regalo.
Al oir ese tierno codicilio
me quedé pensativo y escuchando,
sus palabras tenían esa magia
y ese suave murmullo con su encanto.
Nos pedía miráramos las nubes
y a los niños y al viento que jugando,
perseguían figuras y quimeras
en un mundo de cuerdos y de extraños.
Escuchamos sus bellas donaciones,
los poemas y versos del diario,
a los hombres que sean como niños
y a los niños que vuelen con los pájaros.
¡Cuánta letra paciente y generosa
nos llegó dulcemente de sus labios!,
¡cuánto amor de ese pecho contenido,
nos leyó aquel poeta sin dudarlo!
Es posible que vuelen los cometas,
y que surquen el cielo por los campos
con el viento tan sólo del nordeste,
y sin hilo que corra tras sus pasos.
Es posible que escuches en la fuente
el monólogo dulce de su llanto,
esa eterna y constante sinfonía,
que a la tierra, sin pausa, va besando.
También puede que veas a la rosa,
en el parque florido de aquel mayo,
y a su lado se encuentre la princesa,
con sus ojos bonitos y cerrados.
Pero puede que sientas todo esto
y no sepas del pobre solitario,
el mendigo que pìde en las aceras
y aquel otro con pecho desnudado.
Es por eso que nacen los poemas,
testamentos que gritan a lo alto,
con los sueños trenzados por la brisa
que han nacido sin mancha ni pecado.
Unas letras muy breves y sencillas
han unido dos almas sin pensarlo,
la amistad, la que forjan los poetas,
día a día la escriben con sus manos.
Al final todo pasa en esta vida
y el poeta se duerme con los astros,
más sus versos suspiran impacientes
esperando quien venga a rescatarlos.
Y te digo que si, que tus poemas,
a mi alma de niño le han llegado,
y han venido cargados de sonrisas
con mil sueños unidos que te mando.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/01/10
Escuché de su boca el testamento,
las palabras precisas y el legado,
los consejos que daba a todo el mundo
en las letras en forma de regalo.
Al oir ese tierno codicilio
me quedé pensativo y escuchando,
sus palabras tenían esa magia
y ese suave murmullo con su encanto.
Nos pedía miráramos las nubes
y a los niños y al viento que jugando,
perseguían figuras y quimeras
en un mundo de cuerdos y de extraños.
Escuchamos sus bellas donaciones,
los poemas y versos del diario,
a los hombres que sean como niños
y a los niños que vuelen con los pájaros.
¡Cuánta letra paciente y generosa
nos llegó dulcemente de sus labios!,
¡cuánto amor de ese pecho contenido,
nos leyó aquel poeta sin dudarlo!
Es posible que vuelen los cometas,
y que surquen el cielo por los campos
con el viento tan sólo del nordeste,
y sin hilo que corra tras sus pasos.
Es posible que escuches en la fuente
el monólogo dulce de su llanto,
esa eterna y constante sinfonía,
que a la tierra, sin pausa, va besando.
También puede que veas a la rosa,
en el parque florido de aquel mayo,
y a su lado se encuentre la princesa,
con sus ojos bonitos y cerrados.
Pero puede que sientas todo esto
y no sepas del pobre solitario,
el mendigo que pìde en las aceras
y aquel otro con pecho desnudado.
Es por eso que nacen los poemas,
testamentos que gritan a lo alto,
con los sueños trenzados por la brisa
que han nacido sin mancha ni pecado.
Unas letras muy breves y sencillas
han unido dos almas sin pensarlo,
la amistad, la que forjan los poetas,
día a día la escriben con sus manos.
Al final todo pasa en esta vida
y el poeta se duerme con los astros,
más sus versos suspiran impacientes
esperando quien venga a rescatarlos.
Y te digo que si, que tus poemas,
a mi alma de niño le han llegado,
y han venido cargados de sonrisas
con mil sueños unidos que te mando.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/01/10
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