Volarán por el cielo los cometas
persiguiendo las nubes blanquecinas,
y unos niños corriendo por la playa
dejarán tras sus huellas la sonrisa.
Pero aquellas cansadas de los vuelos,
con sus alas quebradas y partidas,
dormirán dulcemente con la arena
al compás del nordeste y de la brisa.
Cantarán en el campo las cigarras
ese aura de paz y de alegría
y otra vez esa nota en los balcones
dejarán simplemente con su lira.
Pero algunas cansadas del paseo
buscarán las alegres margaritas,
para ver en sus pétalos hermosos
el sentido y el norte de su vida.
Marcharán los marinos a los mares,
a buscar esa pesca tan precisa,
ese fruto que sale de las aguas
y se cambia y se trueca por comida.
Pero aquellos marinos jubilados,
los que rezan la Salve en la Capilla,
sentirán en sus labios el salitre
y ese viento en su cara endurecida.
Buscarán los gorriones, de los niños,
ese pan que les sobra con sus migas,
y quizás en la tarde que se acaba
puedan ir a sus nidos con las mismas.
Pero algunos con alas remendadas
y con pluma delgada y quebradiza,
quedarán rezagados en el parque
sin saber que la tarde ya termina.
Buscarán los amantes el abrazo,
la pasión en su pecho contenida,
la tormenta que sale de sus almas
y el abrazo tan dulce y la caricia.
Pero aquellos que marchan solitarios,
pedirán ese acto de justicia,
ese beso que esperan simplemente
y que llegue sincero a su mejilla.
Rafael Sánchez Ortega ©
29/01/10
persiguiendo las nubes blanquecinas,
y unos niños corriendo por la playa
dejarán tras sus huellas la sonrisa.
Pero aquellas cansadas de los vuelos,
con sus alas quebradas y partidas,
dormirán dulcemente con la arena
al compás del nordeste y de la brisa.
Cantarán en el campo las cigarras
ese aura de paz y de alegría
y otra vez esa nota en los balcones
dejarán simplemente con su lira.
Pero algunas cansadas del paseo
buscarán las alegres margaritas,
para ver en sus pétalos hermosos
el sentido y el norte de su vida.
Marcharán los marinos a los mares,
a buscar esa pesca tan precisa,
ese fruto que sale de las aguas
y se cambia y se trueca por comida.
Pero aquellos marinos jubilados,
los que rezan la Salve en la Capilla,
sentirán en sus labios el salitre
y ese viento en su cara endurecida.
Buscarán los gorriones, de los niños,
ese pan que les sobra con sus migas,
y quizás en la tarde que se acaba
puedan ir a sus nidos con las mismas.
Pero algunos con alas remendadas
y con pluma delgada y quebradiza,
quedarán rezagados en el parque
sin saber que la tarde ya termina.
Buscarán los amantes el abrazo,
la pasión en su pecho contenida,
la tormenta que sale de sus almas
y el abrazo tan dulce y la caricia.
Pero aquellos que marchan solitarios,
pedirán ese acto de justicia,
ese beso que esperan simplemente
y que llegue sincero a su mejilla.
Rafael Sánchez Ortega ©
29/01/10
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