martes, 19 de enero de 2010

A UN ÀRBOL DIJE TU NOMBRE

A un árbol dije tu nombre
para que a ti te llegara,
el bosque fue mi testigo
entre el helecho y la jara.

Y le conté mil secretos
los que mi pecho desgrana,
los que musitan tu nombre
en un suspiro sin pausa.

Al haya le di un abrazo,
cerré los ojos del alma,
y entonces sentí el latido
del corazón que me llama.

¡Ay haya del viejo bosque,
tienes alfombra dorada,
para que pisen tus suelos
los soñadores sin patria!.

A un árbol dije tu nombre,
y le conté con palabras,
que no eras tú sólo un sueño
ni una pasión desbordada.

Le dije que tu figura
me trae la paz y la calma,
que río cuando tú ríes
y tu presencia echo en falta.

No sé que tiene tu sombra
ni tu figura gallarda,
pues siento volar mi mente
hacia regiones lejanas.

Y entonces, en ese vuelo,
va lo que siento y me abrasa,
en ese nombre encantado
que a tu figura reclama.

A un árbol dije tu nombre
y respondieron sus ramas,
con un susurro velado
que era el reclamo del haya.

Rafael Sánchez Ortega ©
18/01/10

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